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Luis Guillermo Vélez

Pisístrato, el demagogo, en el ágora derrotó a Solón, el sabio. Ya viejo como estaba, Solón se retiró a su casa y en la puerta colgó su escudo, lo cual significaba el abandono de la política.

Como todos los colombianos tengo multitud de razones para sentir gratitud, admiración y respeto por el presidente Álvaro Uribe Vélez. Sus gobiernos frenaron en seco el avance de las Farc hacia el poder y le dieron al país la seguridad democrática, la confianza inversionista y la cohesión social que permitieron grandes avances económicos y sociales. Con los gobiernos de Santos y su falso proceso de paz se inició el derrumbe de todo lo construido, derrumbe que Duque fue incapaz de contener. Ahora Petro se apresta a concluir la demolición acabando al mismo tiempo con la libertad, la democracia y el Estado de Derecho.

Uribe podría estar hoy unido al club de expresidentes latinoamericanos que, habiendo permitido la destrucción de la libertad económica y la democracia liberal en sus propios países, se dedican a defenderlas, con singular valor, en foros y cocteles en Madrid, Buenos Aires o Washington. Pero no, por una actitud rayana en la demencia o por el más acendrado patriotismo, que finalmente pueden ser la misma cosa, decide mantenerse acá, haciendo política, no para conseguir votos para hacerse elegir a sí mismo, ni siquiera para hacer elegir a sus copartidarios, sino, sobre todo, para evitar que la gente —ilusionada por el canto de sirena del igualitarismo y la creencia demagógica de que un gobierno providente y bien intencionado es la solución de todos sus males —se incline a votar por una izquierda enemiga de la propiedad privada, el mercado y la democracia, en una palabra, una izquierda liberticida.

En agosto de 2010, Uribe terminó su segundo mandato con un 72% de favorabilidad y en 2013 fue elegido como el Gran Colombiano de toda la historia en una votación organizada por The History Channel. Por obra de su poderosa influencia política resultaron triunfadores candidatos tan carentes de atractivo como el traidor Santos, el anodino Zuluaga y el decepcionante Duque. Después de años de ataque mediáticos y de una feroz persecución judicial, Uribe es hoy el expresidente con mayor nivel aprobación.

La democracia es deseable menos por sus propias virtudes que por los defectos más notorios de las otras formas de gobierno que con ella se buscan evitar. La democracia es preferible a todas las otras formas de gobierno porque bajo ella era más difícil el abuso del poder. Pero la democracia es extremadamente riesgosa porque siempre el ciudadano está expuesto al poder seductor del discurso del demagogo.

Pisístrato, el demagogo, en el ágora derrotó a Solón, el sabio. Ya viejo como estaba, Solón se retiró a su casa y en la puerta colgó su escudo, lo cual, entre los ciudadanos de Atenas, significaba el abandono de la política. Pocos días después, Pisístrato, al mando de cuatrocientos hombres armados, se tomó la Acrópolis e implantó su dictadura, naturalmente, por supuesto mandato y en supuesto beneficio del pueblo.

El Pisístrato que nos gobierna sabe que Uribe es el principal obstáculo a sus aspiraciones dictatoriales y por eso quiere sacarlo de la política, obligarlo a colgar el escudo.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 15 de abril de 2024.

Publicado en Columnistas Nacionales

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