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Jesús Vallejo Mejía

El que nos desgobierna ha dicho que se necesita una constituyente popular, entre otras cosas, dizque para corregir un ordenamiento regional que data de 1886 y no consulta los requerimientos actuales de una adecuada representación política.

Ignora que a lo largo de los años que han transcurrido desde el mencionado son muchas las modificaciones que se han introducido al esquema territorial por ese entonces se adoptó.

La Constitución de 1886 mantuvo la división que venía rigiendo bajo la de 1863, pero con otro sentido. Antes había nueve estados soberanos y los entonces llamados territorios nacionales. Aquéllos se convirtieron en departamentos, siguiendo una concepción francesa. Los territorios nacionales fueron organizándose tiempo después en 1936 como intendencias y comisarías.

Reyes consideraba que la supervivencia así fuese simbólica que dio lugar a los viejos estados soberanos, transformados luego en departamentos, era un factor que favorecía las guerras civiles y promovió entonces la disgregación de aquéllos. En 1908 se crearon 34 departamentos y se erigió a Bogotá como distrito especial, pero la Ley 65 de 1909 estableció un nuevo ordenamiento territorial con los siguientes departamentos: Antioquia, Bolívar, Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Magdalena, Panamá, Santander, Tolima y Nariño. Los territorios de la Guajira, Chocó, San Martín, Casanare y Caquetá quedaron como entidades bajo la administración directa del gobierno central. En 1910 se produjo un nuevo reordenamiento en cuya virtud a los antiguos estados soberanos, transformados en departamentos, se agregaron los recién creados de Nariño, Valle del Cauca, Caldas, Atlántico, Norte de Santander y Huila (vid. LaOrganizacinTerritorialdelEstadoDurantelaVigenciadelaConstitucinPolticaConservadorade1886enColombia.LibroDerechoprocesaladministrativomodernizacindelEstadoyterritorio..pdf).

A mediados del siglo XX se fueron creando nuevos departamentos: Chocó, Córdoba, Meta, Sucre, Guajira, Cesar, Risaralda y Quindío. Y en 1991 la Constitución actual transformó las antiguas intendencias y comisarías en departamentos.

No es cierto, entonces, que conservemos hoy la estructura territorial que se adoptó en 1886. Lo que rige en la actualidad pone de manifiesto, en términos generales, las sensibilidades de las regiones, aunque hay voces críticas que consideran que deben introducirse ajustes necesarios para efectos de planificación y mejoría en la prestación de servicios.

Es poco probable que sean éstas las consideraciones que motivan hoy al que nos desgobierna.

Piensa mal y acertarás es un adagio que conviene recordar a propósito de sus disparatadas iniciativas. Y ese mal pensamiento nos induce a creer que lo que busca es destrozar a Antioquia, la cual evidentemente no es santa de su devoción. Al fin y al cabo, aquí sufrió una estruendosa derrota en el pasado debate electoral. Y aunque la precisión no es virtud que lo distinga en materia de conciencia histórica, tal vez tenga alguna noticia de que Antioquia fue decisiva en la caída de los gobiernos dictatoriales de Reyes y Rojas Pinilla. No en vano Alfonso López Pumarejo decía que por Antioquia pasaba el meridiano político del país. Y acá encontrará fuerte oposición a sus designios totalitarios y liberticidas.

Se habla hoy de que proyecta quitarle a Antioquia las regiones de Urabá, Bajo Cauca y Magdalena Medio, dejándole sólo las montañas andinas.

El senador Jota Pe Hernández declaró hace poco para El Colombiano que al que nos desgobierna se le nota en los ojos la maldad (vid. Habla Jota Pe: “El petrismo me ve como un peligro para las elecciones presidenciales en 2026” (elcolombiano.com). El suyo es un liderazgo tóxico que se solaza con la destrucción. Y Antioquia está en su mira.

Para dejar como elefantes blancos las obras de infraestructura en fase de terminación e impedirnos que con nuestro propio esfuerzo las coronemos suelta a través de sus trinos ponzoñosos infundio tras infundio. No le parecen bien esas obras, en tanto que sale a ofrecer trenes y aeropuertos sin ton ni son para descrestar calentanos.

No sobra darle a conocer que un verdadero líder de izquierda y estadista insigne, el presidente chileno Ricardo Lagos, celebraba la envidiable calidad de la infraestructura de su país como un paso necesario para un desarrollo económico debidamente integrado a la realidad del comercio y la inversión internacionales. Chile llega eficientemente con sus productos a un amplísimo mercado mundial gracias a que cuenta con puertos y vías de altas especificaciones. Los gobiernos de la Concertación tuvieron claridad acerca de las verdaderas conveniencias de su país. Al nuestro, en cambio, lo domina el miserabilismo que otrora lamentaba Álvaro Gómez Hurtado.

Antioquia tiene visión de futuro y no puede aceptar la estrechez de miras de un gobernante malintencionado.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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