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Carlos Salas Silva   

Cuando para muchos escépticos el final del siniestro juego, que es en lo que han convertido el proceso electoral en Venezuela, se daba por perdido ante un poder dictatorial que ha venido siendo tolerado por el gobierno cobarde e interesado de Biden junto a la mirada pasiva y pusilánime de los presidentes de la región, María Corina Machado cuenta con una ficha que nadie se esperaba, porque bien guardada la tenía, para moverla en el momento oportuno y poner en jaque a Maduro y su banda de criminales, esos que han llenado de dolor a todo un país y desestabilizado a sus vecinos desatando una migración sin precedentes en la historia del mundo. A esos mismos miserables los tiene temblando y muy aculillados una mujer, de apariencia frágil, que ha demostrado ser de armas tomar. 

Resulta que María Corina tenía su Corina guardada y no es cualquier Corina sino una Corina con toda una extraordinaria carrera en el campo académico junto a una participación política entre bambalinas. A Corina Yoris la ha puesto María Corina Machado, como la misma Yoris lo dice, en el cráter de un volcán en erupción, lo que no le causa el menor temor y no por ser temeraria sino porque los años, que no son pocos los que lleva encima, y su formación filosófica la han preparado para un reto de talla mayor, ser la candidata sustituta de quien arrasaría en las ya muy próximas elecciones si no fuera por una absurda inhabilitación. 

La respuesta del régimen criminal ha sido la esperada, impedir a como dé lugar que Corina Yoris, quien cumple todos los requisitos de ley y no se encuentra inhabilitada, sustituya a María Corina Machado demostrando de nuevo hasta que niveles llega la cobardía de esos canallas que hacen legión con muchos otros cercanos al chavismo como el mequetrefe que mal nos gobierna o el corrupto del Brasil que intenta por todos los medios detener una futura candidatura de Bolsonaro con ardides judiciales traídos de los cabellos, por poner tan solo dos ejemplos.

Lo que llegue a pasar en Venezuela definirá no solo el futuro de Venezuela que, aunque lleva dos décadas y media cayendo en el abismo, no deja de ser un país extraordinario, sino también el de la región y muy especialmente el de Colombia. En el caso de que el tirano se haga reelegir, de la única manera posible que es con el fraude, se calcula que serán tres millones más los venezolanos que emigrarán a Colombia. Podemos imaginar las terribles consecuencias para una Colombia con una recesión económica en la que la sume cada día más y más un gobierno de porquería. Pero no solo eso, con la reelección de Maduro la represión se desencadenaría de manera brutal y, habría que añadir a tantas desgracias, que el narcotráfico y el terrorismo internacional harían fiesta con lo que quede de un país destruido.

Si, por el contrario, la jugada maestra de María Corina, con la que le hace el quite a la inhabilitación a la que ha sido injustamente condenada, llega a un feliz final el panorama de Venezuela se despejaría y la esperanza de todo un pueblo se transformaría en el motor que lo impulsaría a salir del abismo.

“Ir hasta el final” es el lema adoptado por María Corina al que le ha sido fiel y lo será hasta un final que no es otro que el de la caída del régimen y la reconstrucción de su país.

P.S.: Al atardecer de ayer mientras leíamos con mi hija un capitulo lleno de misterio de “Jane Eyre”, la novela de Charlotte Brontë, comenzó a oscurecerse el cielo con nubes negras y vimos un rayo caer justo en el momento en que en el libro se mencionaba la caída de un rayo. Nuestra lectura se interrumpió por el sonido brutal de los truenos acompañado por el golpeteo del granizo sobre los ventanales y el techo. Esa banda sonora servía de fondo a una escena que nos llenaba de inquietud, mientras las terrazas se cubrían con la blancura del granizo y las goteras comenzaban a hacer charcos en el piso. Los minutos pasaban con tal lentitud que aumentaba la tensión. Resguardados, como estábamos, no podíamos dejar de pensar en quienes estarían sufriendo las consecuencias de tan tremenda granizada. Luego de la tempestad vino la calma, el cielo se despejó un poco y la lluvia cesó devolviéndonos la tranquilidad para el resto de la noche.

En la historia de una nación de apenas dos siglos y poco de existencia, veinticinco años de tormento es una barbaridad. No es la fugacidad de una granizada, es todo un diluvio.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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