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Luis Guillermo Vélez 

La tecnocracia está siendo hostigada en todo el aparato del Estado, en particular en el sector minero-energético, el DNP y Minhacienda.

La salida del Jorge Iván González del Departamento Nacional de Planeación es una mala noticia para el país pues se pierde así el remanente de sensatez y criterio económico que le quedaba al gobierno nacional. González era el cuarto de los economistas socialdemócratas que, creyendo que Petro también lo era o podía ser domesticado, brindaron su concurso para contribuir al “cambio”. Los otros tres – López, Ocampo y Gaviria- tiraron la toalla mucho antes, cansados, quizás, de la altanería de un ignorante investido de poder.

El gran León Walras dividió la disciplina en tres partes: economía pura, economía aplicada y economía social. La más conocida es su contribución a la primera, su majestuosa teoría del equilibrio general, pero también son importantes sus aportes a los otros dos campos que a la postre constituyen el quehacer cotidiano de la mayoría de los economistas.

La economía social es el ámbito en el cual el economista puede expresar sus juicios de valor y, en particular, sus preferencias sobre la distribución del ingreso y la riqueza. En este terreno, el economista es similar a cualquier otro mortal sino entiende la significación del equilibrio general y carece de pericia en el manejo de las mejores técnicas de la economía aplicada.

La economía aplicada es, en efecto, un conjunto de técnicas destinadas a permitir el logro de ciertos objetivos redistributivos o regulatorios sin destruir los incentivos a la acumulación de capital ni distorsionar el funcionamiento de los mercados. Incluye, por ejemplo, el diseño y aplicación de mecanismos de focalización o de reglas para el funcionamiento de mercados especializados, como las bolsas de valores o los mercados de electricidad.

Al DNP, también a Minhacienda, a las comisiones de regulación, al Banco de la República, a entidades como la UPME, a muchos ministerios y entidades gubernamentales, a lo largo de los años, llegaron, o se formaron allí, economistas y otros profesionales con conocimientos en las técnicas de la economía aplicada, capaces de dar soporte a ministros y directores, con diferentes orientaciones y propósitos, en el diseño y ejecución de sus planes y programas.

Esa tecnocracia, que mantiene en funcionamiento el aparato gubernamental permitiendo la ejecución de políticas públicas de diversa índole, está bajo ataque desde el inicio del actual gobierno cuyos ineptos ministros y el propio presidente ven las reglas y restricciones a las que deben ajustarse como obstáculos inventados por “neoliberales” que buscan sabotear el “cambio”.

La tecnocracia está siendo hostigada en todo el aparato del Estado, en particular en el sector minero-energético, el DNP y Minhacienda de donde están siendo expulsados profesionales experimentados por no ceder a los caprichos dañinos de los ministros o el propio presidente, como ocurrió con Claudia Marcela Numa, obligada a renunciar a la Dirección General del Presupuesto Público Nacional por oponerse a un antojadizo y antitécnico decreto de liquidación del presupuesto de 2024.

Al daño que le está haciendo a la economía el gobierno de Petro habrá que añadirle la destrucción del capital humano del servicio público.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 18 de febrero de 2024.

Publicado en Columnistas Nacionales

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