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Pbro. Mario García* 

Se disponen los fulleros togados de la corte constitucional, en su ya habitual arrogación de funciones que no les corresponden, a establecer la despenalización total e incondicional del aborto. Y conociendo el sesgo inocultable de ese cenáculo, ya podemos prever cuál será el sentido de su sentencia. Será la patente de corso con que los  corifeos del infanticidio se sentirán autorizados en sus campañas asesinas; será la credencial otorgada a agencias de muerte como Profamilia para que continúen la perversa masacre de los más débiles entre los débiles; será el “lavado” de los ríos de dinero con que criminales internacionales como George Soros, o la fundación Rockefeller, o las oenegés por ellos financiadas sigan brindando recursos de coacción a la nefanda industria de asesinatos con garantía previa de impunidad.

Para responder a dos demandas que cursan ante ellos, -la interpuesta por Andrés Mateus y la formulada por el movimiento “causa justa”- los magistrados se disponen a prevaricar, a usurpar una vez más funciones legislativas que no les atañen, y a constituirse en favorecedores del crimen de homicidio.

Prevarican, porque, siendo su función custodiar y defender la constitución, al despenalizar el aborto se llevan por delante los artículos 11 y 44 de la misma, que establecen de manera categórica que la vida humana es inviolable, y que entre los derechos fundamentales – y por lo mismo intangibles- de los niños está el derecho a la vida. Usurpan funciones que corresponden al órgano legislativo, como ya lo han hecho tantas veces, con la abyecta aceptación de un congreso que permite servilmente ese abuso. ¡qué tal el magistrado Rojas Ríos dándole al parlamento un ultimátum, y concediéndole, como una gracia, un plazo de dos años para que legisle en el sentido que él quiere! Y legitiman lo que, quieran admitirlo o no, ha sido, es y seguirá siendo siempre un asesinato, cualesquiera sean los eufemismos y sofismas con que se pretenda disfrazarlo. Para esos mismos apergaminados señores de la corte, que hablan de los derechos de los animales y hasta de las cosas, es delictuoso el darle un golpe a un perro, pero no lo es desmembrar, en el vientre materno a un niño.

Los colombianos no podemos seguir impasibles ante estas pretensiones. Sigo pensando, como tantas veces lo he expresado, que si no nos levantamos, por todos los medios legítimos a nuestro alcance, para enfrentar  este embate inmoral y deletéreo contra los valores y principios de la ley natural y de la ética cristiana, cargaremos con el afrentoso inri de ser cómplices, por omisión, de los peores crímenes; y probablemente no solo tendremos que seguir subyugados por magistrados prevaricadores, sino que facilitaremos la llegada a los puestos de dirección de nuestra patria a unos cuantos que hoy son candidatos y buscan ocuparlos, y que prohíjan las mismas aberraciones.

* Formador, seminario mayor, Ibagué, Colombia.

Publicado en Columnistas Nacionales

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