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Luis Guillermo Vélez Álvarez*

El próximo 7 de agosto se cumplen 20 años de la investidura presidencial de Álvaro Uribe. Tres minutos después de que ingresara a pronunciar el discurso de posesión, las Farc lanzaron 14 proyectiles de 120 milímetros contra el recinto del Congreso, causando 17 muertos y 67 heridos.

Hoy las Farc tienen cinco senadores y cinco representantes y su aliado, Petro Urrego, asume el poder, con holgada mayoría para gobernar. Uribe, entre tanto, está en el peor momento de su vida política, desprestigiado y perseguido judicialmente, con un partido disminuido y desorientado.

Después de los ocho años de los gobiernos ineptos de Samper y Pastrana, las Farc estaban a punto de tomarse el poder. De la guerra de guerrillas habían pasado a la guerra de posiciones, se habían tomado ya una capital de departamento y sobre las principales ciudades habían tendido cercos estratégicos. La economía estaba en ruinas; el desempleo, desbordado, y la inversión, casi inexistente. Estado fallido era la expresión preferida por los medios internacionales para referirse a Colombia.

Al final del segundo gobierno de Uribe, la economía crecía vigorosamente, el desempleo era reducido, la pobreza retrocedía y la inversión era pujante, como nunca en las tres décadas anteriores. Las Farc estaban derrotadas estratégicamente; sus principales dirigentes, neutralizados; sus fuerzas remanentes, refugiadas en lo más profundo de la selva; el cerco a las ciudades había sido levantado y los colombianos podían viajar libremente a cualquier sitio del país.

Entonces se produce lo inesperado. Santos decide enviarles a las Farc agonizantes un balón de oxígeno con su hermano Enrique. Empiezan las conversaciones de La Habana basadas en una agenda confeccionada en secreto por Enrique y sus compadres de las Farc. Al mismo tiempo que se realizaba la entrega de La Habana, el santísimo puso todo su empeño en liquidar políticamente a Uribe. Le arrebataron su partido y emprendieron la más pavorosa persecución judicial contra sus seguidores.

Uribe reacciona y en cuestión de semanas monta un nuevo partido, el Centro Democrático, y en las legislativas de 2014 se hace con una importante representación parlamentaria, pero el candidato de su partido a la presidencia es derrotado en segunda vuelta mediante un gigantesco fraude. En 2018, el Centro Democrático mantiene su bancada en el Congreso y su candidato, Iván Duque, es elegido presidente.

Con feroz persecución judicial, los enemigos de Uribe lograron su objetivo de sacarlo de la política y la alianza de todos ellos —petristas, gaviristas, samperistas, verdes, fajardistas, santistas, farianos, etc.— se apresta a gobernar después de haber derrotado a su disminuido partido, que no alcanzó a tener candidato propio en la presidencial.

El futuro económico del país es incierto, y grandes las amenazas que se ciernen sobre la libertad y la democracia bajo un gobierno de extrema izquierda. En todo caso, cualquier cosa que ocurra, por lo que a mí respecta, estaré siempre agradecido con el presidente Uribe por habernos ahorrado a los colombianos 20 años de dictadura comunista de las Farc.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 1° de agosto de 2022.

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