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César Salas Pérez   

Si hay en la historia republicana de este país un gobierno más fantasioso e ideologizado al que no le gusta trabajar, es precisamente, el de Petro, un tipo mal hablado, lleno de resentimientos, con oscuro pasado terrorista y criminal, personaje siniestro que completa casi cuarenta años de estar amamantado por la ubre del Estado y al que en tantos años de vagancia laboral desde cargos de elección popular no se le conoce una gran obra para el pueblo al que en discursos demagógicos y banales dice defender.

No es de extrañar que aquellos seguidores enceguecidos del comunismo y sus imposiciones dogmáticas decadentes y fracasadas poco o nada hagan por pasar del dicho al hecho, más bien estos tipos se han preocupado a lo largo de sus miserables vidas, en sembrar sentimientos de venganza, retaliaciones, persecuciones e incursiones ilegales en contra de sus adversarios políticos, ya que ven la institucionalidad, la libertad y democracia como temas de campaña pero en el fondo, son sus grandes obstáculos para sus maquiavélicos planes de destrucción total, una vez instalados en el poder.

Y es que el mundo fantasioso en el que vive Petro ha premeditado como estrategia primordial para subsistir políticamente, el hecho de acudir a la polarización total con miras a que su 30% de votantes yy otro tanto de lacayos serviles le aplaudan y vitoreen, mientras que el 60% de colombianos sensatos la conocen como un comunista desbocado y hablador de falacias.

De esta manera ganó la presidencia pese a que llevaba casi veinte años de campaña política, soportado en el  criticando y nunca en el actuando. A eso le ha apostado desde siempre y ahora que es presidente, insólitamente ha renunciado a gobernar y ejecutar para ser fiel a su manual de estratagemas filosóficas fantasiosas, dividir, confrontar, señalar contraproducentemente los extremos, con posiciones fuertemente intervencionistas y planteamientos más ideológicos qué reales o verídicos qué se puedan comprobar.

Su segunda gran fantasía es el viejo y rayado discurso del paternalismo estatista radical con olor a fracasada unión soviética y modelo destructor cubano que solo conlleva atraso y miseria. Así lo viene intentando con la imposición de sus peligrosas reformas. El presidente Petro parece que desde la caída del muro de Berlín en 1989, no ha vuelto a leer de sistemas y formas de gobierno mundiales. Se quedó para siempre con Marx y su materialismo histórico, Engels y su socialismo científico, Stalin y Lenin en la madre Rusia y con cuanto escritor deseara el poder del pueblo desde el poder del señor Estado. Solo ve su vaso medio lleno o medio seco.

Sin duda, desde lo fantasioso e ideológicamente fervoroso, este señor logra mantener su vigencia política, a sabiendas que es un pésimo y mediocre gobernante, lenguado ejecutor de políticas públicas, enemigo de sus enemigos y amigo por conveniencia de quien requiere su apoyo como dictadores sangrientos, guerrilleros pensionados y activos, narcos, corruptos históricos, delincuentes de grueso calibre y de todo aquel que siendo un malandrín, lo apoye en su causa comunista de perpetuarse en el poder.

Ciertamente, las fantasías petristas están soportada en el autoritarismo donde sus formas y contenidos generan sospecha de un mal mayor.

Hace poco leí un artículo inglés que hablaba de la “vulnerabilidad del yo moderno”  es decir, cómo los líderes autoritarios logran actualmente que sus seguidores tengan sentido de pertenencia por su líder quien sólo él les genera sensaciones de seguridad en una sociedad de cambios y riesgos amenazantes. Esta teoría es simple pero muy arriesgada,” como individuos somos vulnerables  a sentirnos impotentes y abandonados, más como grupo, estamos a salvo”.

Esta parece ser la hoja de ruta del charlatán timador que dirige a Colombia, no trabajar por la patria, no unir al país, ser irrespetuoso, perseguir y pisotear al que piense distinto, porque independientemente del contexto en que se mueva el mesías criollo, lo que interesa es agitar ese “ yo vulnerable” invitando al pueblo a la lucha de clases, a que la propiedad y la empresa privada caigan, a que el Estado sea tu amo, dueño y señor, y  que el líder sea vitalicio en su fantasía, pero esta vez, llevándose por delante un país completo.

Este presidente, tan flojo como incapaz para construir y ejecutar agenda política, siente muchísima ansiedad en su discurso político porque sabe que su peor enemigo es él mismo, que sus esperpentos verbales no son cumplibles ni mucho menos, viables, y que su capacidad de convocatoria está tan devaluada como menospreciado por la inmensa mayoría de colombianos que no le tragan entero su falacia.

Finalmente, el titular de esta columna le queda grande a Petro, sencillamente porque no puede negarse a sí mismo, es un tipo fantasioso, derrochador de prosa estéril, experto en confrontar para odiar y un perezoso que detesta trabajar por Colombia, interesado en pactar, negociar y apelar a la gobernabilidad por reparto o mermelada compra conciencias para que su proyecto tenga vida. Realmente, solo le queda un año largo de poder porque vendrá el calendario electoral, y es aquí cuando la derecha debe llegar unida, libre de protagonismos personalistas y con un candidato (a) fuerte que vislumbre la victoria y el cierre de este nefasto período político.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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