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Alfonso Monsalve Solórzano

Esta semana ocurrió una cosa muy grave y, si se me permite el calificativo, muy extraña: individuos presuntamente pertenecientes al Ejército Nacional intimidaron a campesinos de Boca de Manso, vereda de Tierralta, Córdoba donde las Disidencias confrontan al Clan del Golfo por el dominio de esa zona cocalera.

Se presentaron como miembros de las disidencias de las Farc. Iban encapuchados, pero tan descuidadamente camuflados y tan descuidados en su accionar, que permitieron que fueran grabados por los campesinos -tal vez con el propósito de enviar un mensaje intimidatorio - aunque portaban armas de uso privativo de las Fuerzas Armadas, como puede apreciarse en las imágenes. De hecho, su cubierta era tan mala que los habitantes los identificaron como pertenecientes al ejército nacional, y no al mencionado grupo armado.

El presidente aprovechó el incidente para decir que no puede ocurrir en su gobierno que el paramilitarismo se utilice para despojar tierras. Esto significa que el presidente piensa que las Fuerzas Armadas están siendo infiltradas por promotores del paramilitarismo, que sería de derecha.  “Volver al paramilitarismo y al despojo de tierras sería el peor error militar de la fuerza pública. Esto no puede pasar en este gobierno”, dijo textualmente en su última alocución.

En ella, además, el presidente afirmó que “Es el mismo Ejército quien debe presentar públicamente, al lado del gobierno, su propia investigación en estos hechos”, mientras los funcionarios de los órganos competentes para investigar, la Fiscalía y la Procuraduría, eran hostigados a tiros en el helicóptero que viajaban para esclarecer lo ocurrido, sin que la Fuerza Pública hiciera nada para protegerlos. Un nuevo intento de desconocer la independencia de la rama judicial y de los órganos de control.

En todo caso, nada del incidente de Boca de Manso está probado hasta el momento, pero si hubiese ocurrido tal como los campesinos lo relatan y el ejército estuviera involucrado, es necesario rechazar este suceso con toda vehemencia. El paramilitarismo es inaceptable. Los colombianos hemos sufrido sus consecuencias funestas, así como las que se siguieron y siguen ocurriendo con las acciones de las guerrillas.

Sin embargo, es importante recordar que el presidente hizo una purga sin precedentes en la oficialidad y suboficialidad de las Fuerzas Armadas y que los de ahora, uno creería, son comandantes de su confianza, elegidos después de filtros estrictos para que le obedezcan a Petro lealmente. De manera que es raro que este incidente se haya dado.

En cualquier caso, le sirve para desatar otra purga que afine más las lealtades en las Fuerzas, ahora que ha puesto la lucha por la tierra, y de paso, por la “defensa” de sus reformas en el corazón de la agenda nacional. Los Comités agrarios tienen el riesgo de convertirse pronto en grupos paramilitares bajo la dirección de las Disidencias y el ELN que los utilizan ya, pero lo harán masivamente en la medida que las negociaciones con esos grupos avancen. Para algo han de servir más de 230.000 hectáreas de coca y el haber convertido, muy probablemente, a la cocaína en el principal producto de exportación y a estos grupos en empresarios muy exitosos de la globalización. También lo serán muchos del millón de jóvenes reciban el millón de pesos para “no matar”.

La idea de fondo pareciera ser aplastar cualquier protesta, por pacífica y legítima que sea, en defensa de sus predios por parte de los propietarios de la tierra, acusándolos de paramilitares.

Pero, también, cualquier intento de libertad política, como ocurre en cientos de municipios en los que la política y, dentro de ella, las elecciones, están en manos de los grupos armados. Y lo mismo pasa también, en sectores de las grandes ciudades, como queda claro con la irrupción, nuevamente, de la llamada Primera Línea, que reapareció en Suba y en una comuna de Medellín, esta semana.

Y estamos viendo que Petro arrecia su acoso y pone en la mira de los fanáticos a periodistas, como Vicky Dávila, que se atreven a criticarle sus conductas y a denunciar sus presuntos hechos de corrupción.

Los colombianos tenemos motivos de reflexión muy serios. La defensa del estado de derecho está hoy más que nunca a la orden del día, así como el rechazo de la violencia homicida venga de donde viniere, la de los paras viejos y los de nuevo cuño; la de los de la derecha, pero también los de las milicias pro gobierno, que asoman sus orejas en el horizonte.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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