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Intereses y experiencia para el futuro del negocio Colombia

Pedro Aja Castaño   

¿Por qué planteo a Colombia y su futuro como un negocio? Veamos su origen y definición.   La palabra proviene del latín negotium, un vocablo formado por nec y otium (“lo que no es ocio”). Se trata de la ocupación, el trabajo, el quehacer, la actividad  que se realiza con fines lucrativos, de bienestar común. Y la pregunta que surge de esta definición, por lógica, sería: ¿A quién le confiaría usted su negocio personal? Desde luego que no lo haría con una persona ociosa, como pueden ser los vándalos o delincuentes.

¿Qué nos dice la experiencia colombiana en nuestro escenario electoral actual? Algo muy sencillo: que en la política hay pocos amigos y muchos intereses. Uno de esos intereses es la recolección de fondos mediante maquinarias políticas que también consiguen votos. Y parte de la maquinaria son las alianzas.

También nos dice la experiencia que en un escenario político se presentan ideas y creencias políticas con las que se pretenden enfrentar realidades. Por otra parte, el negocio de los medios es  vender titulares. Yo analizo textos con los que, en este caso, pretendo indicar la viabilidad del  TALANTE DE LOS COMPETIDORES para ganar en una democracia amenazada por el comunismo disfrazado.

En El Tiempo del 14 de marzo, Petro dice: “Triunfaremos en la primera vuelta”; es un deseo personalista, aventurero, que ignora el contexto político de lo que quiere Colombia. Vean cómo cree motivar a electores pensantes: “Nos llegó el tiempo de ser una potencia  mundial de la vida.” ¿Cómo puede decir eso si él participó en un grupo terrorista que ha sembrado caos en el país y no se ha arrepentido de ese pasado destructor y su ‘experiencia’ como alcalde de Bogotá que fue un desastre? ¿Quién se aliará con esa realidad innegable para poner en riesgo su futuro político?

Federico Gutiérrez afirma: “Venció la idea de cuidar la democracia.” Se preocupa por lo que representa la democracia y su gobernabilidad. ¿Cuál es su argumento? Algo muy sencillo: “¿Saben cuál es el centro que importa a la gente? Que en el centro de la mesa estén las tres comidas al día; que cuando vaya al centro de cualquier ciudad no lo roben o no lo maten.” Yo agregaría: Que aprendamos la lección diaria de ver hermanos venezolanos rebuscándose en las calles después de que su país fue una potencia mundial en petróleo. A esa realidad lo llevó el comunismo y la corrupción.

El argumento de Sergio Fajardo es: “Vamos a reunir a Colombia para la victoria.” “Confíen en el poder de la esperanza, en un cambio que nos permita unirnos. Somos la esperanza de Colombia.” A mí me sorprendió ver que un matemático de precisiones confíe en algo sutil, enternecedor, pero poco realista. La poesía está bien en otros escenarios culturales.

Porque  lo que está en juego para que lo entendamos de manera realista es cómo podemos proteger nuestros intereses nacionales de forma pragmática cuidando la economía, la capacidad militar contra enemigos internos y externos, la influencia política positiva como país suramericano clave en la región. Por lo que en el NEGOCIO COLOMBIA LOS ACCIONISTAS DEBEN CONVERTIRSE EN ACTIVISTAS. Por lo que hay que averiguar cuáles son los intereses reales de los que pretenden administrar el NEGOCIO COLOMBIA.

ENTONCES LA PREGUNTA FUNDAMENTAL ES: ¿Cómo y en qué contexto se financia la política colombiana y cuáles son los intereses reales detrás de esa financiación? Hagamos un repaso de algunos escenarios inocentes.

  1. Donaciones. Pueden ser altruistas como las que se les hacen a los hospitales. Pero una donación de un personaje importante, en cualquier escenario político,  le da acceso a los pasillos del poder y a información privilegiada.
  2. El control de la financiación política. Hay uno que es de mala manera. El falso dilema de “Plata o plomo” para obtener favores.
  3. El control legal de la financiación de campañas es un laberinto de leyes que solo los expertos entienden para que la contabilidad sea la correcta. Y en ese sentido se puede preguntar de dónde salió el dinero de ciertas bolsas; pero es una pregunta inane, si no la hace un juez.
  4. Por otra parte, el cáncer de la política es el CINISMO que es la cuna de todos los males. Nadie nace siendo desconfiado; pero debido a un rincón secreto de amargura o desencanto, el cínico duda de la sinceridad y la bondad del otro;  y, por extensión,  de las normas y los valores sociales y éticos que compartimos. Esa duda no solo genera desconfianza, sino que a menudo se acompaña de desprecio y pesimismo acerca de los demás y de la humanidad en sentido general. Cierto político cínico ha dicho: “Las cosas no son del que las produce, sino del que las necesita.” Y cuando un estado necesita PODER se oficializa el cinismo por medio de leyes injustas, la fuerza legalizada; a veces al cinismo se le llama justicia rodeada de ditirambos, pelucas, rostros serios, debates de lo imposible. Lo contrario del cinismo es la sinceridad, la franqueza. Eso no les gusta  a los que juegan con cartas marcadas.
  5. TRANSPARENCIA POLÍTICA. ¿Cuáles son sus reglas?Solamente los especialistas las conocen para manejar los organismos de control con el saber especializado, para que la rendición de cuentas sea la correcta. Sin embargo,  la transparencia política es un saludo a la bandera porque nadie ha propuesta la RENDICIÓN DE CUENTAS  del cumplimiento de los códigos éticos de integridad pública en cada institución del estado. Ahí es donde está la clave para acabar, de manera civilizada,  con la corrupción campante. Es el salario del bien; sentirnos orgullosos de nuestra verdadera esencia como personas buenas, de honor; confiables para construir un país mediante nuestra integridad, objetividad, disponibilidad permanente para el escrutinio, apertura mental para nuevas ideas de mejoramiento público, honestidad, liderazgo. ¿En dónde están esos héroes del comportamiento ético? Son invisibles.

CONCLUSIÓN. Lo anterior constituirían las bases éticas del país que queremos. De lo contrario tendríamos que depender del planteamiento de un maestro del cinismo político, Carl von Clausewitz, quien aseveraba: “La política es la continuación de la guerra por otros medios.”

El hombre consideraba que la guerra moderna es un acto político en el que se promovían el odio, la enemistad, la violencia primitiva, un escenario en el que los tontos eran sometidos a las probabilidades de sobrevivir al azar que disparaba de todos lados. La pasión de la guerra es la de ganar, al igual que en la política; ganar para someter al vencido a  la voluntad del ganador. Pero el objetivo del juego, no les pertenece a los jugadores, sino al que lo organiza. Es decir que el que siempre gana es el dueño de la lotería y los otros compran tiquetes basados en la estúpida esperanza de ganarle a un ‘azar’ calculado para que pierdan la vida en contribución a una mentira.

En la primera guerra mundial se motivaba a los súbditos británicos para la prestación del servicio militar con esta divisa  latina proveniente de un poema lírico de Horacio: “Dulce et decorum est pro patria mori.”  (Es dulce y honroso morir por la patria.) En la segunda se buscó socios para la proeza de morir por la patria del otro. Pero en la guerra de Vietnam, en vez de honrar  la muerte, los jipis descubrieron honrar la vida y repitieron: “Haz el amor y no la guerra.” Porque es de sentido común que estando bien acompañado, a veces, vivir es delicioso.  Así que dime con quién andas en la política, y te diré quién eres y cómo, quizá, termines sufriendo por un amor mal entendido.

Publicado en Columnistas Nacionales

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