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Pedro Aja Castaño   

Lo esencial es invisible a los ojos. (El Principito, Antoine de Saint-Exupéry)

Hace algunos días me conmovió la inocencia de un niño que hace muchos años me fascinó cuando leí El Principito y eché de menos algo que no sabía qué era. Ya en el atardecer de la vida lo descubro en mi pequeño nieto, Martín, por lo que trataré de explicar para nuestra situación actual la lección que aprendí con El Principito.

Cuando, como cualquier político sin experiencia, El Principito sale de viaje se encuentra con el zorro, el experto filósofo recorrido que quiere dejar su legado. Conversan cómodamente en algún hotel y entran en confianza. Traban una profunda amistad al hablar con sinceridad. Al despedirse se entristecen y luego se echan de menos. El zorro dará al principito lecciones sobre la vida y el amor. El principito le cuenta sobre su rosa, el ideal político que profesa, y que ha dejado su comodidad para explorar la vida por lo que está confundido. Ahora bien, existen varias clases de comodidades, la espiritual, moral, política o física. En el principito esto se simboliza como su planeta.  El zorro nota su confusión y entonces, lo invita a ver una multitud de rosas (teorías, vivencias, portentos espirituales y políticos similares) que hay en un jardín adyacente. Esta es la típica situación de influencia que encontramos todos los días.

Pero el principito, que es una persona auténtica, se da cuenta de que ninguna de ellas podría reemplazar a su rosa, aunque todas ellas sean idénticas. Entiende el principito que su rosa es única porque la ha cultivado, cuidado, y lo que la ha hecho importante para él ha sido todo el tiempo que ha pasado con ella.

El zorro, entonces, se da cuenta de que el principito está listo para oír su secreto, una enseñanza muy importante que hará al principito comprender lo que le ha pasado. Le dice el zorro: “solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos.” Es decir, la intuición que nos da el espíritu, más allá de la conciencia, es lo que debemos cultivar.

¿Cómo traduciríamos la iluminación de Saint-Exupéry a nuestros días?  La CONSCIENCIA es la capacidad del ser humano para percibir la realidad y reconocerse en ella, mientras que la CONCIENCIA es el conocimiento moral de lo que está bien y lo que está mal. Por lo tanto, no podemos saber cómo perciben la realidad las otras personas; ni lo que para ellas está bien o mal. Sabemos que la conciencia llega con la vida y se va con la muerte; y que, en el ser humano, es viva o mecánica; que puede llegar a ser autoconsciente, subconsciente e inconsciente, presintiendo a veces que tiene un origen que desconoce. Por lo tanto, la ‘verdad’ de lo que creemos saber o conocer es invisible y hay que probarla, primero a nosotros mismos con nuestra experiencia, para tener la autoridad de enseñarla a los demás, si creemos que vale la pena.

¿Qué vemos de las personas? Apariencias de las que no sabemos si su autenticidad es buena o mala. ¿Solución?  Crear CONFIANZA HONESTA Y RADICAL EN TODO, si queremos sobrevivir a este desastre en el que hemos convertido la vida. Ese viene siendo el esfuerzo de la humanidad durante milenios; esa es nuestra prueba. Y el examen final de si pasamos o perdimos el año la contemplará el universo. Por eso el ‘Maestro’ ha enviado profesores para que nos ayuden a estudiar y realizarnos.

Si pasamos raspando y dejando el cuero en el alambre el examen final será un planeta feliz en el grado de kínder: garantizar la vida del planeta porque hay felicidades superiores. Ahora bien, TODA  la vida planetaria quiere sobrevivir; y como esa vida planetaria tiene su ‘inteligencia’, que no vemos,  no vacilará en desprenderse de un bicho depredador, el hombre. Yo no sé si el servicio de inteligencia del universo mandó un meteorito que borró del mapa a   los grandotes dinosaurios que amenazaban con acabar con el proyecto que nos convertiría en humanos.  Sin embargo, ese proyecto de hombre cuando logró desarrollarse mediante una ‘ayuda’ especial, para que se defendiera, fue engañado. En esas estamos. Por eso es importante conocer cómo ir ganando, de verdad, la guerra invisible, mientras se neutraliza o gana el conflicto físico.

Comencemos. Tanto el bien como el mal; al igual que la vida, la guerra y la paz, tienen códigos, procedimientos y realidades invisibles que buscan la felicidad o la destrucción del hombre. Hay que aprender a reconocerlos. Los diez mandamientos son el único código revelado para nuestra salvaguarda.  El primero es el más importante. Si se AMA A DIOS sobre todas las COSAS, entonces la FELICIDAD del hombre dependerá de Dios y no de las cosas. Y esta se obtendrá si se cumplen los otros mandamientos. En el antiguo testamento esto se llevó a cabo como un propósito individual, sin conciencia del resultado colectivo. Por eso Jesús quiso crear una CONCIENCIA COLECTIVA DEL AMOR al decir: “Un nuevo mandamiento os doy: Amaos los unos a los otros.” Y como decía la verdad de su revelación, nos puso una ‘tareíta’: Amen a sus enemigos. Si la cumplimos salvaremos el planeta.

El origen de la guerra invisible nos lo reveló Pablo de Tarso cuando dijo en Efesios 6: 12: Pues no luchamos contra enemigos de carne y hueso, sino contra gobernadores malignos y autoridades del mundo invisible, contra fuerzas poderosas de este mundo tenebroso y contra espíritus malignos de los lugares celestiales. Ahora bien, si usted no cree que esa es la guerra verdadera, entonces observe su origen: presencie un exorcismo y vea cómo se expulsa un demonio y cómo cambia la persona.

El lío y la ventaja es que la humanidad no está poseída por el demonio, pero sí está influida; y esa influencia recibe múltiples nombres porque no se puede ver, es invisible. Esa es la VERDADERA BABEL, la confusión del lenguaje espiritual para combatir el mal. Si pudiéramos VER el mal,  entonces  veríamos formas horrorosas, asesinatos, accidentes, etc.; lo OIMOS a través de las malas palabras, comentarios o consejos horribles, chistes, burlas, ofensas, etc.: lo SENTIMOS mediante el dolor, la vergüenza, el engaño, la violación de las leyes legales y morales; lo olemos en los MALOS OLORES; pero los perros HUELEN EMOCIONES. Los ciegos INTUYEN porque el Espíritu de Dios que mora en  la Verdadera Vida, los ayuda.

En las profesiones y esferas de alto poder el mal opera a través de la ‘inteligencia’. Se conocen y utilizan todos los trucos para hacer lo indebido con VISOS DE LEGALIDAD, CALIDAD, HONESTIDAD. Ese es el nuevo demonio al que se le rinde pleitesía. Tiene muchos nombres modernos que confunden; como ‘fake news’. Pero su antiguo nombre real es: MENTIRA, ENGAÑO. Ahora está de moda el demonio de la CORRUPCIÓN, y se le considera noticia, solamente. Algo anormal que no nos preocupa.

¿Cómo se combate el mal? Mediante el control mental y la acción para lo que se necesita el entrenamiento de la voluntad, la salud física, del alma y la iluminación del discernimiento entre lo que es bueno y malo. Para ello se requiere la permanente ayuda   de Dios para el conocimiento correcto y la decisión justa.

Ahora bien, la aspiración de la gente de bien, de todas las épocas, razas y culturas, siempre ha sido la paz de la comunidad y del mundo. Para ello se ora, hacen buenas obras, se vive practicando las buenas costumbres inspiradas en las tradiciones que nos inspiran confianza que siempre tienen un fundamento religioso que adoptan los líderes políticos  y les dan nuevos nombres.

Por todo lo anterior y refiriéndome al papel positivo de ciertas tradiciones, quizá para usted, amable lector,  sea una sorpresa saber que mucho se ha escrito  sobre la inspiración de la antigua "Gran Liga de la Paz" iroquesa al plantar las semillas que llevaron a la formación de los Estados Unidos de América y su democracia representativa.  La Confederación Iroquesa, fundada en 1142, por el Gran Pacificador, Deganawida, es la democracia participativa viva más antigua del mundo.  Por eso, en 1988, el Senado de los Estados Unidos rindió homenaje con una resolución que decía: "La confederación de las 13 colonias originales en una sola república se vio influida por el sistema político desarrollado por la Confederación Iroquesa, al igual que muchos de los principios democráticos que se incorporaron a la constitución hoy en día."

En 1744, Canassatego, el líder de la tribu de los Onondaga, pronunció un discurso motivando a las 13 colonias norteamericanas que peleaban entre ellas, para que se unieran, como lo habían hecho los iroqueses en la firma del Tratado de Lancaster. Este intercambio cultural inspiró al colono inglés Benjamin Franklin a imprimir el discurso de Canassatego que dice lo que sigue:

"Recomendamos de todo corazón la unión y un buen acuerdo entre ustedes, nuestros hermanos.  Nunca estén en desacuerdo, más bien conservemos una estricta amistad entre ustedes y nosotros, para que seamos más fuertes. Nuestros sabios antepasados establecieron la unión y la amistad entre nuestras Cinco Naciones, lo que nos ha hecho formidables; dándonos gran peso y autoridad frente a  nuestras naciones vecinas. Somos una confederación poderosa; y, al seguir los mismos métodos que usaron  nuestros sabios antepasados, hemos adquirido  nueva fuerza y poder; por lo tanto, no importa lo que les suceda, nunca peleen entre sí”. Y utilizó la siguiente metáfora: “Muchas flechas no se pueden romper tan fácilmente como una”. Esto inspiró el haz  de las 13 flechas sostenido por el águila  del Gran Sello de los Estados Unidos y el lema E PLURIBUS UNUM que significa “ (a partir) de muchos uno”.

Ahora bien, la frase del principito, es una reflexión sobre el verdadero valor de las cosas, su verdadera esencia. Los ojos pueden engañarnos, no así el corazón. Muchos norteamericanos conocen el Gran Sello que es apreciado por todos; pero pocos recuerdan a los iroqueses que inspiraron su constitución porque, desafortunadamente, nuestra civilización está peligrosamente mirando lo superficial y no lo esencial, lo invisible para los ojos. 

Publicado en Columnistas Nacionales

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