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Alfonso Monsalve Solórzano

Sus simpatizantes le dicen así, por el nombre de pila, como símbolo de confianza y familiaridad. Yo le diré Gaviria, el candidato que llegó de la academia con sesenta puntos bajo el brazo, algunos, meras generalidades, como la reivindicación de la libertad en un estado liberal, la necesidad de ampliar la cobertura de la educación, el respeto al pluralismo y la lucha contra la corrupción, la necesidad de un ingreso mínimo para los pobres y vulnerables, la reforma al sistema de salud, la necesidad de una política tributaria progresiva.

En esta campaña, no habrá candidato que no haga ese tipo de pronunciamientos.

Pero en otros puntos, tiene propuestas que definen un perfil de gobierno.

Está por el derecho al aborto y a morir dignamente. Reconoce los logros del sistema de salud: “Cualquier reforma al sistema de salud tiene que fortalecer el derecho a la salud, conservar los avances en cobertura y protección financiera (el mayor logro social de los últimos treinta años), preservar un sistema mixto (público-privado) y reducir las brechas entre las zonas urbanas y rurales y los grupos sociales”.  No me voy a referir a los dos primeros derechos, más allá de decir que, siendo muy importantes, no son esenciales para efectos de esta discusión.

 Hay, en cambio, algunos, que quiero glosar.

Está por la legalización del consumo y contra la fumigación de los narcocultivos; además, sostiene que la mayor crisis a mediano plazo será la ambiental. Veamos: “El acuerdo de paz sienta las bases programáticas y establece una agenda reformista de mediano y largo plazo para el desarrollo rural”; aduce que “la implementación integral del Acuerdo de Paz es la mejor manera de evitar la repetición del conflicto armado”, y que la seguridad territorial no es el resultado de la derrota definitiva de los “enemigos”, “sino de la protección permanente y eficaz de los derechos y libertades de los ciudadanos”.

Y en cuanto a la seguridad ciudadana, invoca a la Constitución del 91, que respondió “a una amenaza de la democracia con más democracia” (www.eltiempo.com).

Discutible, por decir lo menos. Como buen ministro de Santos durante seis años, cree a pie juntillas que el marco programático es el acuerdo de paz, que ha resultado altamente nocivo para el país:  aumentó, lo que Uribe ha dado en llamar la asimetría ante la aplicación de la ley, entre las Farc y el resto de los colombianos, creando para aquellos, un entorno de impunidad -disfrazado de falsas sanciones- y un sistema judicial propio, la JEP, para esquivar a la comunidad internacional.

No puede hablarse de independencia del sistema judicial, mientras exista ese tribunal y se mantengan en las Cortes los magistrados que dieron vía a ese esperpento y al conjunto de normas y prácticas de impunidad -que, recordemos, avalaron el escape de alias Santrich-.

Tampoco tiene sentido plantear como gran desafío el medio ambiente colombiano y, a la vez, estar contra la fumigación que había sido la mejor manera de detener el desastre ambiental que han producido en campos y selvas la siembra de coca y los laboratorios de cocaína.

Menos, que el acuerdo sea la hoja de ruta para el desarrollo rural, a no ser que Gaviria plantee la legalización total de los cultivos y laboratorios de estupefacientes, porque lo que dejó Santos fue la no persecución de las siembras, que todo el mundo sabe, disparó el número de hectáreas a más de 200 mil y la legalización de las pequeños cultivos, lo que arriesga a convertirnos, de nuevo, en un estado paria.

Menos, todavía, que el acuerdo sea la mejor manera de evitar la repetición del conflicto armado: basta tener en cuenta que de allí se desprendieron las disidencias, que junto con el ELN y los otros grupos, azotan el país.

Y su planteamiento sobre la seguridad ciudadana es obscuro: ¿qué significa responder a una amenaza de la democracia con más democracia? ¿Le parece acaso propio de una dictadura el tratamiento a los violentos que destrozaron el país y aterrorizaron a los ciudadanos, financiados por el narcotráfico, que incluye a las guerrillas mencionadas, es más democracia; o que a sus patrones hay que darles más curules en el congreso, o una constitución que se acomoden a sus peticiones; o que el uso de la fuerza legítima del estado, no preserva la libertad de los ciudadanos, secuestrada por los violentos?

En la medida que se debatan sus propuestas, la gente podrá apreciar que más allá de la manera como lo presentan en el mercado político, como un individuo nuevo y fresco, se trata de más de lo mismo. Es un santista a carta cabal.

Su arribo a la carrera electoral es muy importante porque realinea las fuerzas en contienda y eso es una oportunidad de oro para los sectores políticos que defienden el estado de derecho y la democracia. El llamado centro izquierda queda irreparablemente fraccionado. Fajardo, posiblemente está ya fuera porque el lío judicial que tiene lo desgastó.  Gaviria tomará el relevo y heredará su cauda electoral; seguramente contará con el sector no petrista de los verdes, con el liberalismo de su otro valedor, Cesar Gaviria; así como con la Dignidad de Robledo y el Nuevo Liberalismo.

Esto significa que Petro y su sector radical quedan aislados y pierden más votos y que en la primera vuelta tendrán una competencia feroz con las huestes de Gaviria.

En ese escenario, un candidato único del Centro Democrático, el Partido Conservador, Cambio Radical, el Partido de la U, los partidos cristianos, los alcaldes y muchos independientes, sería muy fuerte y podría ganar en PRMERA vuelta, si van unidos.

Si no, quedaría la opción estar en la segunda ronda y ganar en coalición. Pero es muy riesgoso, como un salto al vacío. Significaría que alguna de estas fuerzas quedase de segunda en la primera vuelta frente a Gaviria o Petro. Y eso es muy difícil, porque dividirán el voto frente a sus dos contendientes primordiales.

Publicado en Columnistas Nacionales

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