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Francisco Lloreda Mera 

Colombia no es un país venenoso, pero tiene suficiente veneno. ‘Veneno’ que garantiza la movilidad de 17 millones de vehículos de pasajeros y de carga, incluidas 10 millones de motos, el desplazamiento aéreo de más de 40 millones de pasajeros al año y el arribo a las capitanías de puerto de más de 100.000 buques de tráfico nacional e internacional, permitiéndole al país funcionar y a 50 millones de personas desarrollar una vida diaria.

Ese ‘veneno’, en expresión gaseosa, genera el 20% de la electricidad del país evitando se quede sin luz en la mañana y en la noche, y da respaldo al sistema eléctrico incluida la eólica y solar. Y permite que 11 millones de hogares cuenten de manera continua con la fuente de energía más económica que existe, y llevarlo en cilindros a 3,5 millones de hogares, la mayoría pobres, en los extramuros de las ciudades y zonas distantes del país.

Los derivados del ‘veneno’, a su turno, están presentes en el 80% de los bienes de uso diario de todos los colombianos. Por ejemplo: en jabones, perfumes, tintes, cosméticos, telas y ropa (poliéster y nylon), asfalto, fertilizantes, plaguicidas, fungicidas, herbicidas, detergentes, pinturas y disolventes, y productos alimenticios, fármacos y sanitarios, y cientos de miles de productos con plástico, desde celulares hasta utensilios médicos.

Si lo anterior fuera poco, ese ‘veneno’ aportó el año pasado a las finanzas nacionales $15 billones en impuestos, dividendos y derechos económicos, $12 billones en regalías a los departamentos y municipios y, $19 billones en contratación de bienes y servicios en las regiones donde se produce. Y en cuanto a exportaciones, generó divisas por $13 mil millones de dólares, equivalentes al 36% de las ventas de Colombia en el exterior.

Y valga señalar que la empresa más importante del país es productora de ‘veneno’; 700 mil barriles al día, la mitad para ‘envenenamiento’ doméstico y el resto para el exterior. Explora, produce, refina y transporta el ‘veneno’ que necesita el país, gracias a 18.000 empleados y 35.000 contratistas cómplices del ‘envenenamiento’ y, además, da caja al Gobierno para subsidiar el 50% del galón del mismo, gasto que supera los $20 billones.

La industria del ‘veneno’ lleva cien años impulsando el desarrollo del país y de sostener su producción estaría en condición de aportarle al próximo gobierno (2022-2026) $105 billones en impuestos, dividendos y derechos contractuales; $38 billones en regalías, $1.7 billones en proyectos socio-ambientales y; $107 billones en contratación de bienes y servicios en región. Y las divisas por exportación sumarían 46 mil millones de dólares.

Pero si se le condena a una muerte prematura -e innecesaria- dejará de recibir en ese tiempo $18 billones en impuestos, dividendos y regalías, $20 billones en contratación de bienes y servicios; 11 mil millones de dólares en divisas. Y en diez años, $200 billones en ingresos y $250 billones en inversión y contratación, condenando al país a importar energía costosa, salvo se quintupliquen los impuestos o se le apueste a la pauperización.

En las próximas décadas Colombia y el mundo seguirán siendo altamente dependientes de ese ‘veneno’ sin perjuicio del crecimiento de las renovables. Decir que en unos años no se necesitará -por lo que se le debe destruir- es una mentira que no se la creen ni siquiera quienes la difunden. Por eso, tildar de veneno al petróleo, incluso en un proceso necesario de diversificación, devela un tamiz de similar componente, a través del cual se juzgan y sesgan los hechos, reflejo de la esencia de quienes lo afirman.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

https://www.elpais.com.co/, Cali, 21 de mayo de 2022.

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