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El Tiempo (Editorial) 

La invasión a Ucrania es inaceptable. El mundo debe hallar cómo detener la ambición de Moscú.

Al amanecer del jueves terminó, de la peor forma, la ansiedad que por semanas se había generado en el planeta en torno a una posible invasión de Rusia a Ucrania.

Tras semanas de tensión, movilización de tropas y gestiones diplomáticas, el presidente ruso, Vladimir Putin, dio a sus tropas la orden de iniciar una sucesión de ataques dirigidos a blancos ubicados en diferentes puntos del país exsoviético, incluida su capital, Kiev. Al escribir estas líneas se hablaba de un balance inicial de 137 ucranianos muertos. Sobre las bajas rusas, no hay certeza.

Embelesado por su sueño de devolverle a Rusia el brillo y el poder en el ajedrez geopolítico mundial que ostentara en su momento la Unión Soviética, Putin ha elegido el camino de la guerra en pos de su objetivo. Una decisión que hay que condenar y rechazar con absoluta contundencia, por múltiples razones, comenzando porque no hay justificación alguna para violar la soberanía de un país como Ucrania e irrumpir en su territorio de la manera que lo hizo ayer. Tal determinación traerá, como todo conflicto bélico, además de muertes, dolor, sufrimiento, desarraigo e indecibles padecimientos para millones de inocentes.

Sin duda, Vladimir Putin es el responsable directo de la pesadilla que ayer comenzó para buena parte del pueblo ucraniano. Ninguno de sus argumentos para invadir tienen asidero: ni Ucrania está cerca de ingresar a la Otán ni los ucranianos de origen ruso están siendo víctimas de campañas de persecución o, menos aún, exterminio. No pocos habitantes de Rusia lo saben, al punto de que desafiando las amenazas de ser objeto de procesos penales, miles salieron a las calles ayer a protestar por la decisión que tomó el Gobierno. Más de 1.600 fueron detenidos.

Dicho lo anterior, corresponde el lógico llamado a evitar por todos los medios que la ambición rusa desemboque en un escenario de confrontación bélica de mayor magnitud. El camino, por ahora, es el de las sanciones económicas a Putin y a su círculo más cercano, pero a sabiendas de que los efectos de estas medidas tardan en verse y de que aquí hay intereses particulares de cada país en juego. La decisión de Alemania de frenar la autorización para que entre a operar el gasoducto Nord Stream 2 es una señal alentadora. Estados Unidos anunció el bloqueo total a los más importantes bancos rusos. Algunas voces ya plantean un aislamiento total de Moscú del sistema financiero mundial, excluyendo los bancos de este país del sistema Swift, que posibilita las transacciones entre entidades bancarias del planeta. La diplomacia también tiene cartas por jugar, sobre todo en lo tocante a China. Lograr que sea muy alto el costo para Pekín de un mayor apoyo a Putin es un reto que ahora tienen por delante Estados Unidos y sus aliados.

El desafío es claro: lograr que Putin entienda que los costos de su aventura serán de tal magnitud que decida revisar sus planes y que esto suceda a la mayor brevedad. Sobre todo, sin tener que vivir episodios que pueden ser dantescos en términos de dolor y destrucción, a sabiendas de que aquí están involucradas potencias nucleares. Nadie, salvo quizás Putin, quiere algo así para un mundo ya bastante atribulado.

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 24 de febrero de 2022.

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