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Luis Alberto Ordóñez*

El presidente electo Gustavo Petro ha tenido a bien designar a quien durante los próximos años responderá por la Seguridad y la Defensa Nacional; cargo difícil, complejo y cuyos resultados y gestión se miden en la preservación de la soberanía, el control del territorio, la percepción de seguridad y el logro de la paz, lo más anhelado por cualquier colombiano, pero aún más por los militares y policiales, quienes al fin y al cabo son los que arriesgan sus vidas para proteger a la Nación.

A partir del 7 de agosto, la rutina del futuro ministro cambiará radicalmente. Ya no tendrá horario y su disponibilidad, al igual que la de los militares y policiales, será de 24/7. Sabemos que es un hombre valiente y acostumbrado a lidiar con grupos difíciles, sin embargo, su seguridad y la de su familia será reforzada de manera que podría considerarse exagerada, pero absolutamente necesaria pues ahora será objetivo de los enemigos de la libertad y del orden, algunos armados y otros desarmados, cuyos intereses económicos y de poder se afectarán si acierta en su gestión. El teléfono sonará a cualquier hora del día o de la noche requiriéndole tomar decisiones difíciles o enterarse de pérdidas humanas de civiles, militares y policiales por ataques de los violentos. Cada determinación conllevará riesgos políticos, de popularidad del gobierno, de afectación de las relaciones internacionales, de arriesgar lo más preciado: la integridad de sus subalternos. Son 1´141.748 km2 de territorio terrestre y 928.660 km2 de aguas patrimoniales; un país grande con una geografía complicada, donde la presencia del Estado, en muchos casos, solamente está representada por la Fuerza Pública.

Llega el señor Ministro en un momento difícil donde los grupos narcoguerrilleros están en disputa por el territorio, por las rutas del narcotráfico e imponiendo su poder a indefensos ciudadanos. Todos los días mueren policías, atacan militares en desplazamientos administrativos y asesinan lideres sociales, es decir van contra todo aquel que se atreva a afectar su lucrativo negocio. Ellos, al igual que las disidencias y el ELN, retan al Estado y quieren someterlo; mientras tanto corroen la sociedad, reclutan menores, violentan a las mujeres, incitan a campesinos e indígenas a la insurrección y desplazan a la población civil; se burlan de la autoridad refugiándose en territorio extranjero.  Entonces el señor Ministro verá que nadie, excepto la Fuerza Pública, tiene el valor de hacer Estado en esas apartadas y violentas zonas, por eso los están matando, pretenden amedrentarlos y así quedar en libertad de hacer lo que les plazca. Todas esas vidas duelen, pero ahora que su responsabilidad es la de proteger a toda la sociedad, y con ese propósito envía a la Fuerza Pública, lo va a sentir aún más, como les pasa a los mandos militares, ya que son sus subalternos que caen cumpliendo órdenes del gobierno. Ojalá las negociaciones logren su cometido, pero hay que recordar que mientras el narcotráfico siga siendo tan rentable, vendrán otros y otros y muchos más que incursionaran en el ilícito negocio, y peor aún, si el mensaje es que después de delinquir habrá perdón, olvido y una vida plácida disfrutando de dineros mal habidos que nadie les podrá quitar; sabrán utilizar testaferros o cuentas en paraísos fiscales.

También lo van a despertar muchas noches porque la soberanía ha sido violada por militares extranjeros que someten y maltratan a nuestra población, o que buques foráneos desconocen los límites y provocan a la autoridad; otros pretenderán robar nuestros recursos pesqueros.  También nos han amenazado aviones de combate de potencias, afectas a regímenes dictatoriales, sobrevolando nuestro espacio aéreo. Qué decir de las difíciles decisiones sobre atacar o no blancos válidos y legales, cuya aprobación requiere del conductor político, y donde los bandidos someten y utilizan a la población como escudos humanos.

El cargo, y el magistrado Velásquez con seguridad lo sabe, va mucho más allá de lo que muchos enemigos de la Fuerza Pública piensan: que lo designaron para depurar y castigar a los militares y policiales. Noventa y nueve por ciento de la Fuerza Pública corresponde a mujeres y hombres probos, honestos y dedicados a su noble labor. Las ovejas negras van cayendo y, a diferencia de otras instancias, son judicializadas y sancionadas. El señor Ministro enfrentará difíciles determinaciones en cuanto al talento humano; como buen jurista sabe de la presunción de inocencia y el derecho a la defensa, de manera que sacar a un miembro de la Institución por chismes o sospechas sin comprobación acabaría con la moral de la tropa. Diferente será, cuando vencidos en juicio, proceda de conformidad, eso le reforzará su liderazgo: “…el buen Jefe es justo: debe premiar o sancionar cuando tenga fundamento para ello…”.

El nuevo Ministro, con la responsabilidad que le espera, debe rodearse de buenos funcionarios, experimentados y conocedores de la seguridad nacional, la alta estrategia y el funcionamiento de las Fuerzas. Ante algunos desatinos contra las Fuerzas Armadas deberá buscar espacios para aclarar y eventualmente disculparse y así lograr el respeto de la tropa. Se debe entender que al igual que en cualquier empresa, y esta es una muy especial, el talento humano es lo más importante. Solamente con su liderazgo, motivación y acertada dirección política va a conseguir que esos hombres y mujeres estén dispuestos a darlo todo en defensa de sus conciudadanos. El terrible ejemplo de Bogotá, en épocas recientes, donde la conductora política no supo liderar y terminó peleando con la Policía, causó fisuras y, en mi opinión, grave detrimento a la seguridad. No conozco ningún ser humano que le produzca a un Jefe que no lo comprende, no lo escucha, tampoco lo motiva, y peor aún, pretende imponerle paradigmas propios desconociendo años de experiencia de sus mandos naturales, en este caso los generales y almirantes.

Señor magistrado Velásquez, bienvenido al régimen especial castrense, donde nunca se descansa. En momentos de incertidumbre e impotencia, por la magnitud de su responsabilidad, va a encontrar en sus generales y almirantes el soporte necesario. Ellos, con su liderazgo y conocimiento, sabrán conducir las operaciones requeridas para salir de cualquier crisis. Debe saber, señor Ministro, que la Fuerza Pública bien motivada y acertadamente dirigida, dará todo de sí y responderá hasta con su vida si usted logra llegarles al alma y los respalda con respeto y consideración. ¡Éxitos en su gestión!

*Vicealmirante (r). Ph.D.

Publicado en Columnistas Nacionales

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