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Juan David Escobar Valencia

Las caídas parecieran ser parte inevitable de la vida y por eso la única manera de no tener las primeras es cuando no tienes la segunda. Las equivocaciones y las caídas pueden ser el resultado de muchas cosas, como por ejemplo: sobrestimar la capacidad de mantener el equilibrio a pesar de las circunstancias no siempre controlables o mal monitoreadas, considerar que dicho equilibrio depende exclusivamente de lo que hagas y no también de otros, creer que la forma de mantenerlo no cambia en el tiempo una vez aprendiste una modalidad que lo ofrece, o desplazarse a una velocidad considerablemente mayor o menor, y durante mucho tiempo, a la que los demás lo hacen, pues las colisiones serán inevitables.

Pero como son infinitas las causas por la cuales caer, e ilusorio evitarlo siempre, sería más importante aprender la mejor manera de hacerlo y cuándo resulta menos grave, así el aprendizaje implique moretones y quebraduras en los huesos y el orgullo.

No estoy seguro de qué es peor, si caerse al inicio de algo o a punto de terminarlo, porque dependerá de muchas cosas. Pero si hablamos de la vida de las personas, creo que lo mejor es que no todas las caídas sean al inicio porque ni siquiera habrá tiempo para usar lo aprendido. Como sociedad debemos considerar qué tan duro han caído los demás en sus inicios, para juzgar, no todo, pero sí “parte” de su desempeño. Por eso es que a los niños debe garantizárseles lo mejor de nosotros para exigirles tanto como sea viable. Algunos, como las jirafas cuando nacen, caen al suelo desde un metro y medio de altura porque sus madres no pueden agacharse ni siquiera para tomar agua.

También hay que considerar la relación entre el tamaño y la altura de la caída. Aunque se pierde agilidad, ser grande y masivo proporciona ventajas cuando luchas en la vida, porque la masa es uno de los componentes de la fuerza, pero cuando caes el daño también puede aumentar. Una hormiga puede caerse desde una altura de 15.000 veces su tamaño y no morir en el evento, lo que no sucederá con una rata al caer desde 50 veces su altura y un humano desde 10. Tener éxito es deseable y te eleva, pero también puede aumentar la altura de la caída.

El arte marcial japonés, Aikido, debería ser de obligatoria enseñanza, porque su objetivo esencial es la victoria sobre uno mismo y aprender a lidiar con la derrota. Por eso enseña insistentemente a caer, a no evitar la inercia porque puede ser contraproducente y a saber priorizar lo importante, protegiendo los órganos y partes esenciales del cuerpo, en especial la cabeza, que es siempre costoso “perderla”, hablando de todas las formas posibles.

Advierto que estas sugerencias tienen un espectro más amplio de aplicación y espero que comparta lo que aprendió de sus caídas con los que usted aprecia.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 04 de julio de 2022.

Publicado en Columnistas Nacionales

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