Para ellos lo cierto es que Petro tiene el gobierno y que ha alcanzado buena parte del poder político, de manera que para culminar con éxito la revolución, solo falta dar el autogolpe con el fin de asegurar su reelección en 2026.
Para ello, hasta hace pocas semanas apenas faltaba convenir los ajustes finales necesarios para iniciar el proceso constituyente popular, cuya “legitimación” estaría encomendada a una Corte Constitucional incondicional y prevaricadora, una vez consolidada en ella una sólida mayoría petrista,
En esas condiciones, con el pan en la boca del horno, es imperativo impedir que este se queme en el último minuto...
Petro, hasta ahora ha sido muy exitoso en lo que dice al avance de la revolución. Así las cosas, para la implantación de un régimen estalinista tropical, apenas habría que esperar 14 meses, salvo que se presente un accidente en el trayecto final.
Pero como cada día es más alarmante el comportamiento de Petro, dentro de la estrategia continental del comunismo habanero sería explicable la preocupación de sus superiores. El gobierno se debilita de hora en hora por la logorrea, desorientación, delirios, desesperación, alejamiento de la realidad y descontrol personal de quien lo ejerce. Esto se manifiesta en sus diarias apariciones, cada vez más grotescas, vulgares e indecentes.
Por esas y otras mil extrañas actuaciones, las gentes consideran que estamos en poder de un enfermo mental, un irresponsable, adicto al alcohol y a otros estimulantes mucho más potentes.
Por otra parte, a pesar de los raudales de mermelada, la inconmensurable corrupción del gobierno ya no se puede disimular.
Si bien es cierto que, hasta ahora, la bien fletada Comisión de Acusaciones ha hecho todo lo posible para que prescriba la investigación por la violación de los topes electorales, en cambio las de la Corte Suprema de Justicia, en relación con el soborno de congresistas por parte de los integrantes del primer e íntimo círculo del poder, los llevará a la cárcel y los obligará a indicar quién fue el verdadero ordenador de esos delitos.
Es bien posible, entonces, que los invisibles y todopoderosos jefes supremos de la revolución en Colombia piensen que a un gobernante desquiciado y desprestigiado, cada día le será más difícil llevar a buen término la revolución.
Poniéndonos en los zapatos de los integrantes del Politburó: ¿No habrá llegado el momento de salir de Petro a como dé lugar, antes de que se estrelle dando al traste con tantos años de lucha? ¿Qué tal un “gobierno” de Francia con alguien cuerdo, lúcido, inteligente, frío y calculador, como Iván Cepeda o similar, en el Ministerio del Interior, para asegurar el éxito de la revolución?
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De François-René de Chateaubriand, para Laura Sarabia:
Para llegar a ministro basta con ser mediocre; pero para conservarse en el gabinete es necesario ser un genio.