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Néstor H. Martínez  

Unos votan por destruir la libertad y los demás votamos en estas elecciones 'por no perderla'.

Las cosas hay que llamarlas por su nombre. La jornada electoral de hoy debe ser un plebiscito por la libertad. Este domingo nos jugamos nuestro futuro como sociedad, frente al creciente riesgo de que se pueda establecer en Colombia el modelo político de Cuba, Nicaragua y Venezuela, donde no hay libertad de prensa, la libertad de expresión es un sueño, la oposición es perseguida, la libre iniciativa y la libertad de empresa han sido cercenadas y donde pulula la miseria.

Felizmente, con el paso de los días, en esta puja electoral han quedado expuestas dos claras corrientes del pensamiento político, independientemente del número de partidos y movimientos en contienda. Una que apela al populismo y a la lucha de clases, como instrumentos proselitistas para refundar nuestro Estado y dar cabida a doctrinas totalitarias y restrictivas de las libertades. Otra que procura el bienestar colectivo, sin coartar los derechos ciudadanos y sin constituir una amenaza al crecimiento económico y social, a partir del respecto a la libre empresa y a la propiedad privada.

Al final, los ciudadanos escogerán con su voto entre estas dos opciones. Una equivocación resultaría muy cara. El arrepentimiento posterior, después del ojo afuera, de nada sirve, como ocurrió con los jóvenes, las mujeres y los trabajadores venezolanos hace veinte años, cuando fueron víctimas del engaño; se les ofreció más democracia y un paraíso. Y ocurrió todo lo contrario. Hoy forman parte de las hordas de emigrantes que buscan futuro fuera de su tierra.

La lista del Pacto Histórico y su hija natural, la de la Fuerza Ciudadana, buscan dinamitar la cohesión social; desmontar nuestra Policía, como cuerpo del orden y de la protección de nuestros derechos; avanzar en la “socialización” de la propiedad; hacer trizas el modelo de salud y, en últimas, convertirse en una amenaza real para la democracia y para las libertades ciudadanas. Basta repasar sus candidatos provenientes de la extrema radical para confirmarlo.

¿Merece el voto ciudadano una lista cerrada, donde no se puede escoger, vinculada con la violencia y la fractura social en Colombia, que en sus primeros renglones integra al mentor de la primera línea, que despiadadamente ha llevado la intimidación a las ciudades; a una exsenadora investigada por sus vínculos con las Farc y por el uso de los secuestrados como mercancía política y a un activista vinculado al Eln, según informes judiciales?

De ese sector también forma parte el partido de las antiguas Farc, que, de seguro no alcance, por segunda vez, el umbral electoral y, por ende, pierda su personería a partir del 2026. Duro veredicto ciudadano frente a lo que representan y a su pasado, que permanece en la impunidad. Aun así, tendrán diez curules, pero no por la voluntad ciudadana.

No es posible que de ese bloque llegue a formar parte el Partido Liberal. Esta colectividad ha luchado por las reivindicaciones sociales, siempre en democracia, lo que no lo puede llevar a alinearse del lado de quienes pretenden poner en riesgo el modelo político y económico del país, que lleva su histórica impronta. El liberalismo, al igual que el conservatismo, siempre estará al frente de la defensa de las libertades.

Es necesario hacer conciencia sobre este valor, como lo está haciendo por estos días el Centro Democrático, que ha decidido enfrentar el debate sin pelos en la lengua, denunciando que “ellos”, los indignados violentos y anárquicos, votan por destruir la libertad y los demás votamos en estas elecciones “por no perderla”.

Mención especial merece Cambio Radical, que se creía había abdicado y cuyas doctrinas bautismales habían entrado en hibernación. Pero no es así. Con voz firme, hoy nos dice que con su bancada no permitirá las expropiaciones, ni el debilitamiento de la Fuerza Pública ni el deterioro de la economía nacional.

Taponazo. ...cómo no votar hoy por la defensa de la libertad...

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 13 de marzo de 2022.

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