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Alberto Velásquez Martínez 

Personas correctas como Sergio Fajardo, Luis Alfredo Ramos, Luis Guillermo Gómez, Ana Cristina Moreno tenían que superar el montaje que se les hizo para obligarlos a pagar exorbitantes sumas de dinero dentro del proceso de responsabilidad fiscal que, por siniestros presentados en la obra de Hidroituango, les abrió la Contraloría General de la República. Esta entidad cerró el proceso contra ellos y contra otros ciudadanos, implicados en el presunto detrimento patrimonial. Esto, por cuanto ya el valor de los daños en la construcción de la hidroeléctrica fue cubierto por las aseguradoras. Se le van agotando al actual alcalde de Medellín las municiones con las que dispara contra la honra de profesionales idóneos y decentes.

Hastía tener que escribir tanto sobre las pilatunas de este cazurro funcionario. Pero es que sus provocaciones no hacen pausas ni tienen límites. Su alcaldía, regida por reiteradas controversias, obliga al opinador a caer constantemente en el monotema, que fatiga y estraga. Mas ese es el destino del columnista cuando encuentra a un mandatario picapleitos por naturaleza.

Desde el inicio de su mandato, el alcalde ha estado en la camorra. Primero arremetió contra sus contradictores políticos, aparentando que iba a romper con los viejos vicios de los partidos. Rápidamente cayó en peores mañas que las de los gamonales de antaño. Luego encontró en Hidroituango el mejor escenario para sus peleas. A medida que ha corrido su mandato se inventa enemigos para no salirse de su estadio de querellante. Este 2022 lo inauguró con injurias contra el Grupo Empresarial Antioqueño, al que calificó de cartel de mafiosos.

Su arrogancia lo llevó al descaro de ponerle límites al presidente Iván Duque, para señalarle hasta dónde podía intervenir. De malas maneras, le colocó retenes al jefe del Estado, notificándole que no se metiera en su política, así como él no se metía en la suya. Le clavó la puya al presidente. Este le respondió metiéndole el estoque hasta la empuñadura. Iván Duque lo mandó a freír espárragos.

Ahora el alcalde persiste en colocarle trabas leguleyescas a la revocatoria de su mandato. Ignoramos si lo logrará. Utiliza toda clase de estratagemas como mecanismos de defensa, propios de hombres inseguros, agobiados por el uso y el abuso de la trashumancia ideológica. Es la tragedia de mentes confusas que no pueden ejercer el mandato pacífica y civilizadamente, sino a través de pugnas. Son funcionarios que no saben ni pueden reconciliar, sino dividir. Y que en la estigmatización encuentran su razón de ser, creyendo que así coronan sus utopías. Sueños, que se convierten en pesadillas, en una ciudad tan insegura que quiere vivir, así sea en relativo sosiego.

Sensatez, buen juicio en su comportamiento, le recetan al alcalde de Medellín las gentes reflexivas, preocupadas y hartas de tantos revanchismos. Le solicitan a voz en cuello que no le haga más el juego a fuerzas políticas y económicas que se mueven a su alrededor como sombras chinescas, de oculta procedencia. Que si quiere sembrar una agresiva polarización en la comunidad de la capital antioqueña, lo intente hacer después de que abandone la alcaldía, siempre que le quede algún prestigio para volver a llevar ingenuos a las urnas.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 02 de febrero de 2022.

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