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José Manuel Acevedo 

Un aumento del salario mínimo cercano al 10% puede acercar a empleados, empleadores y gobierno.

Sigamos dando razones objetivas, con números al canto, para ver si en este cierre de año nos sacudimos de la 'fracasomanía' que nos impide reconocer que Colombia está mejorando: la tasa de desempleo para octubre de 2021 se ubicó en 11,8 por ciento, lo que indica que más de 800.000 trabajos se crearon o recuperaron en los últimos meses, y aunque todavía nos falta acortar la brecha frente a lo que teníamos antes de la pandemia, esta noticia resulta muy alentadora. Y vean ustedes: si todo sigue como va, Colombia será la economía de la región que más crecerá en 2022, según la Ocde. Esta organización mejoró casi dos puntos su proyección inicial frente a nuestro país, a la luz de los buenos resultados que se han alcanzado al cierre de este 2021.

Sin embargo, si queremos que los buenos indicadores económicos se reflejen de manera inmediata entre los colombianos, tenemos que enviar señales más contundentes. Y es que la plata no está alcanzando para muchas familias. El precio de los alimentos aumentó en lo corrido del año un 14,9 por ciento, según el Dane. Las buenas noticias de las que hablamos deben impregnarnos a todos y existe margen, pero sobre todo voluntad, para que nuestros empresarios y el Gobierno Nacional decidan jugársela por un aumento del salario mínimo en Colombia que resulte tan histórico como justo para la clase trabajadora.

Pensar en un crecimiento de ese salario cercano al 10 por ciento para 2022 no es disparatado. De hecho, no hay que olvidar que quienes más han promovido esta tesis en los últimos días son economistas y exministros ortodoxos como Óscar Iván Zuluaga o Juan Carlos Echeverry, que no se arriesgarían a formular semejante propuesta sin haberla estudiado detenidamente antes. Otros candidatos como Federico Gutiérrez también han hablado de un salario mínimo –sin subsidio de transporte– que se ubique en 1 millón de pesos. Así mismo, existen empresarios conscientes de que es el momento de mandar un mensaje de optimismo a la sociedad, que acompañarían al Gobierno si este decidiera dar ese paso.

El salario mínimo en Colombia no es uno de los más altos de nuestro entorno, como dijo otro exministro en el pasado. De los 20 países de América Latina, Colombia está en la mitad en cuanto a la tasa mínima de remuneración para los trabajadores. La productividad en las empresas ha aumentado, eso está claro y, con una inflación por encima del 5 por ciento, también resulta evidente que una cifra por debajo del 7 por ciento a la hora de aumentar el ‘mínimo’ no sería realista ni conveniente.

Eso sí, llegó la hora de desligar el salario base del aumento de los cánones de arrendamiento o del valor de las multas, entre otros. No tiene sentido seguir conectando una cosa con las otras.

Estoy seguro de que a los empresarios y a los inversionistas extranjeros con ganas de establecerse en Colombia les importa menos que el salario base crezca de manera importante y, en cambio, los mortifican más la falta de seguridad jurídica y el tiempo que pierden en trámites burocráticos que deberían ser más expeditos. No hay que olvidar que, según un índice revelado hace poco por Atlas Network, las empresas colombianas dedican, en promedio, 524 horas al año en distintas vueltas –muchas de ellas, absurdas– ante las entidades del Estado.

Este es el momento de hablar de fraternidad y de evidenciarlo con hechos. El tiempo de comprobar como país que no es saltando al vacío ni escogiendo candidatos que predican que todo está muy mal como saldremos adelante. Una economía de mercado libre, justa pero ética y solidaria es posible y es la mejor alternativa. Esta coyuntura es ideal para demostrarlo.

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 06 de diciembre de 2021.

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