Cada día está más claro que las presidenciales no serán una renovación profunda de la política colombiana, como era la ilusión de tantos ciudadanos. En todos los carros de la carrera va de pasajera la política tradicional.
Eso es evidente en el Equipo por Colombia, que tiene entre sus fichas a figuras como Alejandro Char, Dilian Francisca Toro, David Barguil y, a lo mejor más adelante, Óscar Iván Zuluaga. Es algo menos evidente en la Coalición Centro Esperanza, pero igual ahí van, por ejemplo, Juan Fernando Cristo y Jorge Robledo. Y es estridente en el Pacto Histórico, que, desde una plataforma de fingido rechazo a los políticos de siempre, les abrió los brazos a Roy Barreras, Armando Benedetti y, ahora, parece que al cacique antioqueño Luis Pérez, quien busca competir en la consulta de marzo.
El caso del Pacto es para estudiarlo en las facultades de ciencia política. O en las de psiquiatría: ya en el módulo de la esquizofrenia, ya en el del maquiavelismo. Todo su discurso se había basado en el repudio a las maquinarias con las que ahora se funde en sabrosa cópula. Uno de sus miembros más reconocidos, el senador Gustavo Bolívar, excusó el pecadillo con dicientes mayúsculas de alarma: “SOLOS NO PODEMOS”. La flama de la supuesta superioridad moral se extinguió bajo una ducha de fría realpolitik.
Tampoco es para rasgarse las vestiduras. Es bueno que se sinceren las apuestas y se juegue con las cartas destapadas. Pero no pocos electores se han sentido defraudados por la deriva acomodaticia del petrismo. Para aplacarlos, el Pacto cuenta con un as bajo la manga. Un as llamado Francia Márquez.
Márquez es una destacada feminista, activista medioambiental y luchadora por los derechos humanos. En 2018 ganó el premio Goldman, considerado el ‘Nobel’ de la ecología. Es una mujer de convicciones, que habla con firmeza. Es, además, afrodescendiente, lo que, sumado a su género, es un plus en el escenario actual de política identitaria y de búsqueda de reivindicaciones para comunidades que han sufrido discriminación. En resumen, si bien es remota la posibilidad de que gane la consulta del petrismo, Márquez puede ser una atractiva coequipera para cualquier movimiento que se proclame progresista. Tanto que Ingrid Betancourt la invitó a que se pasara a la Coalición Centro Esperanza.
Ese sería un craso error para los ‘esperanzas’. Márquez es abiertamente anticapitalista, más radical que Petro en lo económico, y eso, en el contexto colombiano, es una posición extrema que no encajaría en una coalición que se dice de centro.
Márquez no aceptó, por supuesto. Está mejor donde está. Su ideología es más cercana al Pacto, donde, además, está llamada a resolver la tensión entre los principios que pregona el movimiento y su cada vez más notoria política de ‘todo vale’. Con Márquez en la consulta de marzo, los votantes que se sientan defraudados por las alianzas que ha aceptado el líder del Pacto Histórico podrán votar por ella, a sabiendas de que Petro será el ungido de todas formas. Esto último es importante, pues Márquez, por sus posturas extremas y su relativamente bajo reconocimiento entre la sociedad colombiana, no es una candidata viable para llegar a la presidencia. Luego, el día de la primera vuelta, esos mismos votantes elegirán a Petro con la conciencia tranquila, diciéndose a sí mismos: ‘A mí, la verdad, me gustaba más Francia, pero como no quedó, voy a votar por Petro, porque, pues, tocó’. De esa forma, por arte de birlibirloque, quedarán higienizadas todas las adhesiones non sanctas que haya atraído el Pacto.
Para un movimiento que se proclama antisistema y antipolitiquero, está jugando al sistema y a la politiquería mejor que sus más avezados profesionales. Chapó.
En Twitter: @tways
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 04 de diciembre de 2021.