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Jorge Enrique Pava  

Se acabó el período de Carlos Mario Marín en la alcaldía de Manizales y vemos con tristeza que acertamos en los vaticinios que hicimos hace cuatro años. El inventario de obras realizadas en este eterno gobierno es muy fácil de hacer: cero. ¡Increíble, pero cierto!

Y no vengan a tratar de sumar a este vacío unas cuantas canchas pintadas, o unos rotos en las calles remendados, o dos o tres cámaras de seguridad reparadas. ¡No! Por el contrario, después de tres años y medio de desgobierno vemos la malla vial destruida, los parques públicos destrozados, gran cantidad de cámaras de seguridad fuera de funcionamiento, la ciudad invadida de grafitis, las vías colmadas de infractores, la falta de autoridad latente y ni una obra relevante (¡ni una!). Pero el desconsuelo ciudadano creciendo y con la sola esperanza de que se acabe pronto este año para descansar del peor alcalde que ha tenido la ciudad.

Es muy triste decirlo, pero ¡lo advertimos! Hace cuatro años exactamente decíamos en este espacio que aquel concejal que se presentaba como el opositor a todo y, lloraba de rodillas ante el repudio de la gente decente, era solo una farsa histriónica que nos quería engañar y se quería apoderar de la ciudad para saquearla, junto a una mafia perversa que movía peligrosos hilos tras los ridículos constantes del actor principal. Pero supieron venderse muy bien y ocultar las denuncias mediante la victimización, y terminó ese concejal considerado como un pobre muchacho con buenas intenciones, apabullado por un columnista temeroso de perder el poder. ¡Y así lo eligieron! ¡Qué tal!

Y no estamos llorando sobre la leche derramada. ¡Porque es inútil! Pero sí es hora de que nos fijemos en que esa mafia, encarnada en nuevos personajes, quiere seguir en el poder y se niega a entregar las ruinas de la ciudad para que un próximo alcalde la reconstruya. Por el contrario, quieren extender su poder a todo el departamento y nos han puesto en su lugar a un personaje que venden con las únicas virtudes de “abrazador”, “consentidor” y “altruista”, cuando lo que necesitamos tanto en Caldas como en Manizales es experiencia, conocimiento, acción, planeación, ejecución y realizaciones.

No podemos volver a caer en la trampa del sentimentalismo o dejarnos explotar la afectividad, porque detrás de estos lobos con piel de oveja está un gobierno nacional que no tiene escrúpulos, ni norte, ni idea de gobernar, ni reatos, ni amor patrio: detrás de estas fieras está el petrismo acechándonos y dispuesto a invertir los millones que sean necesarios; el constreñimiento que permitamos; la coacción que cohonestemos; y las amenazas que callemos. Detrás de estas alimañas está un gobierno que va convirtiendo a Colombia en un remedo de Estado, y que poco a poco se irriga por las regiones para allanar el camino del despotismo total.

Por eso insisto, e insistiré hasta el cansancio, en que, siendo muy grave lo que nos pasó hace cuatro años con este remedo de alcalde que tenemos, lo de hoy puede llegar a ser peor. Porque si bien hace cuatro años Manizales cayó en la trampa de un embustero y su mafia, la esperanza de que fuera pasajero nos alentó a resistir con estoicismo un período de perdición. Pero de llegar a cederles nuevamente en estas elecciones y de entregarles ya no solo a la capital, sino a Caldas, la desesperanza será total y estaríamos contribuyendo a entregarle este territorio a la izquierda criminal, que no se conforma solo con un poder mezquino como el de Carlos Mario, sino que van por todo, incluyendo el patrimonio, la tierra, la institucionalidad y los derechos de los ciudadanos. Y no solo por un período: ellos no son temporales.

Entonces dentro de cuatro años no estaremos llorando porque el gobierno municipal o departamental no haya hecho ni una obra: estaremos llorando porque nos entregamos a cambio de un abrazo, un consentimiento o una lágrima, y acabaron con todo. ¡Porque es a eso, precisamente, a lo que le apunta el petrismo!

www.titepava.com

Publicado en Columnistas Regionales

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