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Jorge Enrique Pava  

En uno de los más recientes espectáculos histriónicos ofrecidos por Carlos Mario Marín, esta vez en la clausura de las sesiones ordinarias del Concejo de Manizales (30-11-22), entre otras muchas cosas que la ciudad ya asume como parte de un libreto de manipulación y mitomanía dijo, sollozando, lo siguiente:  “He pensado en irme, en despedirme, en partir… Y salir corriendo no es la solución a ningún problema… no me he robado un solo peso y con eso estoy supremamente feliz… yo creo que he cometido demasiados errores como líder… hoy reconozco que todo lo que ha pasado en la ciudad es culpa mía. La diferencia era que ayer sentía que la responsabilidad era de otros… hoy asumo absolutamente todas mis responsabilidades.”.

Estas escenas, proviniendo del personaje de marras, antes que conmover o sorprender a los manizaleños, nos aumenta el desprecio hacia esa persona que en cada actuación demuestra que nos sigue considerando estúpidos, y cuya falta de respeto hacia la población cada vez es más evidente y ofensiva. Porque este no es un hecho aislado; no es la primera vez que recurre a sus lágrimas, previamente ensayadas, para tratar de escarbar en los sentimientos de sus espectadores, por lo que ha logrado es la insensibilización de las masas que ya reciben sus intervenciones como uno más de sus ridículos.

Y después de utilizar el truco descrito y hacer un supuesto acto de contrición (con gemidos y lágrimas incluidas), solo pasaron cuatro días para que saliera a los medios a culpar a los demás por su ineficiencia, inactividad, mediocridad y pésimo gobierno. Ante la pregunta por la parálisis de todas sus obras, no encontró más excusas que las de la pandemia, el gobierno anterior, la Universidad Nacional y el Secop II, además de minimizar la labor de sus secretarios y dejarlos por el piso diciendo que, como ellos no han podido con las obras, tendrá que asumirlas él, personalmente, mediante una microgerencia. ¡Habrase visto!

Pero desglosemos un poco algunos apartes de su pantomima: “No me he robado un solo peso y con eso estoy supremamente feliz…”: ¡No señor! El no robarse un solo peso no puede ser motivo de orgullo, ni para destacar; se supone que un alcalde no debe robar y, si lo hace, debe ser castigado y enviado a la cárcel. Además, le hago una sola pregunta: ¿dónde clasifica entonces sus actos de corrupción durante estos tres años? “Creo que he cometido demasiados errores como líder… hoy reconozco que todo lo que ha pasado en la ciudad es culpa mía…”: ¡No, alcalde, no crea: esté seguro de que ha cometido demasiados errores pero, además, de que usted no es el líder que dice ser. Y en algo tiene toda la razón: todo lo que ha pasado en la ciudad es culpa suya y por eso, ante el reconocimiento de su incapacidad y mediocridad, debería renunciar, pues de nada sirve asumir todas sus responsabilidades ante un escenario mudo, para salir al otro día a evadirlas culpando a los demás, y a seguir destruyendo la ciudad.

Si es cierto que Carlos Mario ha pensado en irse, en despedirse y en partir, creo que se tarda en hacerlo. En su caso, “salir corriendo” sería más digno que sus lágrimas de payaso, y sí es la solución a los problemas, pues mientras esté al frente de este desastre, las situaciones se dificultarán y la corrupción y los manejos turbios se incrementarán. Un alcalde que ha perdido toda su credibilidad; que lo único que genera en sus gobernados es desconfianza, repudio y rechazo; que sus actuaciones pueriles ya no causan ni lástima; y que el sentimiento de los ciudadanos es de desespero porque sabemos que un año más en sus manos es una eternidad, debería reconocer que no tiene gobernabilidad y que nada bueno puede entregarle a esta sufrida Manizales, al estar cegado por el poder y encartado al ejercerlo.

Y en cuanto a sus secretarios, creo que se acerca la hora de que afloren su dignidad y se liberen de estos malos tratos degradantes y deshonrosos que continua y públicamente profiere el alcalde en su contra.

www.titepava.com

Publicado en Columnistas Regionales

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