Un alcalde comprobadamente inepto, corrupto, incapaz y mitómano, en lugar de administrar la ciudad, como es su deber, dedica su poco tiempo de actividad laboral a hacerle campaña a su primo, Santiago Osorio Marín, y a asegurarse una curul en la Cámara de Representantes en cuerpo ajeno, lo que supuestamente le daría un aire en estos momentos en los que la sociedad entera lo rechaza, repudia y recrimina, y pide a gritos que la justicia intervenga para acabar con el desastre que está provocando.
Y para lograr su cometido acude a la manipulación descarada y a jugar con la dignidad de las personas, poner en peligro la estabilidad económica del municipio y acabar con el reducto de civismo que aún tenemos y que se pierde por la falta de confianza en las instituciones.
Manipula entonces a los funcionarios de la alcaldía a través del constreñimiento ampliamente difundido y denunciado, mediante el cual obligan a conseguir 50 votos “certificados” a favor de Osorio para la Cámara y José Luis Correa para el senado, y que tiene molestos, indignados, adoloridos y atemorizados a una masa de servidores que reciben el tratamiento de rebaño acorralado por fieras rabiosas. ¿Y quién controla el cumplimiento de esta exigencia? La bodeguita criminal de la cual hace alarde cínicamente el candidato Osorio.
Manipula la expedición de las facturas del impuesto predial, facturación que tienen escondida porque saben que el alcalde, en complicidad con sus doce concejales perversos, y en su afán por conseguir más recursos para privatizar y direccionar a través de su mafia, no puede en esta época electoral hacerse el harakiri develando el injusto incremento de ese impuesto, pues la afectación económica que va a causar en los ciudadanos jugará en contra de los intereses de Osorio y Correa.
Manipulan la contratación de la alcaldía, creando nóminas paralelas y firmando contratos temporales que ponen a depender, para su renovación, del triunfo de los candidatos del alcalde.
Manipulan las instituciones públicas y las ponen al servicio de estas campañas, usando sus instalaciones y obligando a esos rebaños constreñidos a colmarlas de asistentes, coartándoles sus libertades básicas e impidiéndoles la divulgación de sus mañas aberrantes.
Manipulan, en fin, la democracia, la institucionalidad, la justicia, los órganos de control, los empleados honestos y los contratistas necesitados, y terminan manipulando el futuro de la ciudad.
Y en medio de tanta aberración y de la ausencia sistemática de control y de justicia nos preguntamos: ¿y el control político qué? Y nos encontramos con que el órgano constitucionalmente investido para ello, como es el Concejo de Manizales, está pecando por lo mismo: por la manipulación de lo que le corresponde, que se traduce en corrupción descarada y vil, y se quedó sin autoridad alguna para servir de talanquera a los excesos del alcalde. Porque en el momento existe también allí una nómina paralela camuflada en “Servicios profesionales y servicios técnicos y/o de apoyo a la gestión” por un valor de $ 485.195.318 para 2022, en un concejo que, con excepciones distinguidas, solo sirve como caja de resonancia de las atrocidades de Marín.
La sola nómina de esos concejales que le entregaron vigencias futuras a la mafia del alcalde; que le aprobaron sin fundamento alguno endeudar al municipio para obras sin proyectos definitivos; que le hacen el juego a todas las atrocidades que Marín les presenta; que le acolitan sus triquiñuelas y defienden su ineptitud con discursos veintejulieros; y que se inhiben de hacer los controles efectivos incumpliendo sus propias funciones, nos cuesta a los manizaleños la módica suma de $ 1.695.855.260 en 2022, más otro tanto en dádivas que reciben de la administración como contraprestación por “hacerse pasito” y traicionar la confianza del pueblo.
La sociedad tendrá la oportunidad de manifestar su descontento en las urnas derrotando la mafia perversa representada por Santiago Osorio Marín. ¡Ni un solo voto por este farsante!