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El Colombiano (Editorial)

Gustavo Petro ya ha armado alboroto con sus propuestas, algunas porque parecen imposibles de hacerse realidad, otras porque traerían efectos devastadores para los colombianos.

La lógica elemental indica que uno cambia lo que está funcionando mal. Pero en Colombia, por el contrario, está haciendo carrera la idea de hacer propuestas para cambiar lo que está funcionando bien. Lo cual es un tremendo problema sobre todo si esas ideas de cambiar (léase: destruir) vienen de un candidato que tiene opciones de ganar la Presidencia de la República.

Gustavo Petro ya ha armado alboroto con sus propuestas, algunas porque parecen imposibles de hacerse realidad, otras porque traerían efectos devastadores para el aparato productivo y por ende para los colombianos, como la de suspender los contratos de exploración petrolera o la de poner aranceles a las importaciones de alimentos.

Pero esta semana lanzó dos nuevas propuestas, que por su impacto más que proyectos argumentados parecen bombas aturdidoras. Primero propuso reformar el Banco de la República. Así como la tutela es la reina de la Constitución de 1991, la figura del Banco de la República como una entidad autónoma está también en el podio de los grandes logros de la misma carta.

Petro dice que él propone darle más independencia al Banco. Omite decir que en Colombia tenemos una banca central que es independiente en el mayor grado posible. Hoy, seis de los siete miembros son independientes del Gobierno. La autonomía de la que goza hoy el Emisor les da una garantía a todos los colombianos de que las decisiones no se toman de manera irresponsable para agradar el gobernante de turno sino en beneficio de todos.

Si esto último ocurre quien pierde es la gente, cuya plata cada vez vale menos, pues cuando se emite irresponsablemente el dinero pierde valor. ¿Ha funcionado bien este sistema? Basta considerar esto: en 1991, cuando empezó a funcionar, la inflación superaba el 30%. El año pasado fue del 5.6% (y nos tiene aterrados).

Petro propone desnaturalizar el Banco de la República, según él para darles representación a organizaciones sociales y sectores productivos. Peor idea, imposible. Ya la tuvimos y sabemos en qué termina: cualquier sector que se siente en esa junta con un interés particular termina presionando para que se tomen decisiones en favor de su gremio, o que se emita dinero, generando inflación, erosionando los ahorros y la capacidad adquisitiva de la gente. ¿Por qué lo propone? ¿Cuál es el diagnóstico que sustenta esta propuesta?

El solo hecho de que Petro mencione el tema hace recordar que el gobierno de Hugo Chávez propuso en 2007 reformar el Banco Central del vecino país, en 2010 ya había sido sometido a dos reformas y el resultado es contundente: cualquier colombiano puede ver hasta dónde ha llegado la inflación de ese país y constatará que con todos los cambios -y la destrucción del aparato productivo- el salario mínimo le alcanzaba a un venezolano para comprar un pan y una gaseosa.

La segunda bomba aturdidora que lanzó Petro esta semana es la del sistema de salud. Las EPS no son perfectas pero es un sistema que se ha ido depurando, y se puede depurar aún más. Los problemas financieros entre EPS y prestadores se han venido manejando poco a poco. Las tutelas ya prácticamente están incorporadas a la normalidad. Y los planes se unificaron, de modo que no hay diferencia entre lo que reciben quienes contribuyen y quienes están en el régimen subsidiado.

Hoy, gracias al sistema de salud que tenemos, prácticamente todos los colombianos e incluso los migrantes venezolanos tienen derecho efectivo a ser atendidos. Antes de existir este sistema, ni siquiera una tercera parte de los colombianos gozaban de ese privilegio. Los críticos pueden sacar todo tipo de eslóganes cargados de ideología pero la realidad demuestra que miles de venezolanos y extranjeros vienen a Colombia solamente para que los atiendan en nuestro sistema de salud. Incluso, colombianos que viven en otros países del mundo pagan EPS para que los atiendan en Colombia.

Y de ñapa, un estudio reciente de la Organización Mundial de la Salud -que no es propiamente una organización de derecha- sitúa al sistema de salud de Colombia en el puesto 21 entre 191 países por su desempeño.

Lo más complicado además es que Petro dice que va acabar con las EPS pero no tiene claro cómo las reemplazaría. En un debate del pasado 18 de febrero respondió con generalidades al respecto. Dijo que había que promover la prevención, el agua potable y la educación física. Pero no contestó cómo reemplazaría un modelo que el país ha construido juiciosamente y con esfuerzo durante tres décadas, y que todavía puede seguir construyendo.

Inevitablemente estas propuestas recuerdan el episodio de las basuras en Bogotá: Petro quiso desmontar un sistema que funcionaba razonablemente bien con el argumento de que el Estado tenía que hacerlo y lo hizo sin tener listo su reemplazo. Camiones oxidados e inservibles se pudren hoy en lotes llenos de maleza, testimonio de esa apuesta frustrada. Todo para terminar recogiendo los desechos en volquetas, contra todos los estándares ambientales. Que no pase eso con nuestra salud, ni con nuestra moneda.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 24 de febrero de 2022.

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