El exrector de la Universidad de los Andes lanzó su candidatura presidencial con mucha fanfarria y boato intelectual. Salía de uno de los mejores cargos del sector privado del país para “servirle al país”, obviamente. Al poco tiempo se ‘desinfló’, dicen los analistas, descripción que no le cabe a quien ni siquiera llegó a inflarse porque arrancó rozando el margen de error y sigue tercamente pegado al piso de las preferencias electorales de los colombianos. Para desinflarse hay que estar inflado.
Mucho de esta atonía política tiene que ver con la altivez de sus presentaciones públicas, donde citando ensayistas y poetas muestra a la vez su inmensa cultura y su desdén por lo popular; o cuando cuenta sus ensayos juveniles con LSD, una exquisitez intelectualoide en un país que chupa bazuco y huele sacol. El resultado del juego sicodélico inspirado en Aldous Huxley fue “una experiencia introspectiva. Entendí facetas de mí mismo”; a los ñeros el sacol solo les quita el hambre y les destroza los pulmones, cero introspecciones.
Gaviria representa bien lo que los gringos llaman ‘Limousine liberals’ o los franceses ‘gauche caviar’, displicentes de la acción popular para privilegiar la altanería intelectual en una retórica progresista. Si bien ha dicho que es de centro y no de izquierda, lo que realmente lo define es que es liberal, más concretamente, del Partido Liberal, que es distinto. Está más tirado a la derecha que todos los demás aspirantes de la Coalición de la Esperanza que repudian, por ahora, a su mentor electoral, César Gaviria.
El problema de Gaviria candidato es que se identificó apresuradamente con Gaviria jefe de partido buscando llegar a la Coalición de la Esperanza, donde curiosamente no quieren al expresidente aunque está llena de exgaviristas: Humberto de la Calle, el más insigne; Juan Manuel Galán quien hizo presidente a Gaviria; y el súper liberal Juan Fernando Cristo, tres veces senador y servidor fiel desde la alta burocracia en los gobiernos de César Gaviria, Ernesto Samper y Juan Manuel Santos.
Con tanto gavirista en la Coalición, Alejandro Gaviria creyó que había que hablar con César Gaviria. Pero desde su trono en la Universidad de los Andes, mi alma máter, “de frente a Monserrate y de espaldas al país” como dicen con rencor los envidiosos de la vecindad, el rector no se había enterado que César Gaviria como jefe liberal ha sido tan eficiente en la burocracia como inepto en elecciones presidenciales. Al terminar su presidencia se fue del país hasta 2004 cuando regresó a dirigir el Partido Liberal. Desde entonces lo ha mandado directamente o a través de redomados gaviristas como Rafael Pardo, o Simón y Sofía Gaviria, para mantenerlo en familia.
Pero el reinado del expresidente ha sido un desastre electoral en las presidenciales y no ha vuelto a elegir presidente por sí mismo. En 2006 Horacio Serpa, quedó de tercero; en 2010 Rafael Pardo quedó de sexto; en 2014 evitó la vergüenza adhiriendo a la campaña de reelección de Juan Manuel Santos candidato de otro partido; en 2018 fue Humberto de la Calle, que quedó de quinto con 400 mil votos.
César Gaviria enteca al mejor de los candidatos, porque Rafael Pardo y Humberto de la Calle son chirriadísimos; Alejandro, por andar ensimismado e introspectivo, no se había enterado y se fue a que lo inflara el experto en pinchar.
https://www.elpais.com.co/, Cali, 31 de octubre de 2021.