Siendo optimistas, tendremos resultados finalizando el segundo trimestre de este año. Pero, la verdad, no es mucho lo que podamos esperar de ellos. ¿Por qué? Primero, porque es una contraloría dirigida por un agente defensor de su nominador, Carlos Mario Marín, y cuyos resultados en su ejercicio han sido mediocres, mínimos y desalentadores. Segundo, porque la coerción ejercida por la administración Marín sobre todo lo que estuvo bajo su égida, quedó en evidencia en el constreñimiento y la manipulación de sus empelados y contratistas con fines electoreros, y traspasó hasta los entes de control donde sus garras condicionan las actuaciones. Tercero, porque es un contralor impuesto por el anterior alcalde y es precisamente a él a quien va a auditar, por lo que no sería lógico que de la noche a la mañana apareciera una gran revelación de comportamientos dolosos o delictivos de la administración Marín, cuando en su mandato el silencio del contralor reinó aún sobre las evidencias que eran claras para el resto de los ciudadanos. Cuarto, porque un informe que develara la realidad que hoy padecemos, pondría en evidencia la inoperancia de la propia contraloría y sería entonces un escandaloso harakiri.
Esto escribimos en diciembre de 2023 sobre el resultado de la contraloría: “¡Dos mil millones de pesos de hallazgos! ¡Ja! Sumemos: bulevar de la 48; bulevar de la 19; Cable Aéreo; Glorieta de Los Cedros; Ptar; reparcheo Parque Liborio; pintura de cebras y señalizaciones viales; Coliseos menor y mayor; escenarios deportivos para juegos nacionales; proyectos sin adquisición de predios; derroche en publicidad engañosa; inacción presupuestal; obras inconclusas; etc., etc. ¡Corrupción total! Y la contraloría se limita a una cifra irrelevante como si los ciudadanos no sufriéramos la realidad que nos quieren maquillar. ¡Irrespetuosos!”.
Y hoy me ratifico, con todo lo que vamos conociendo en las revelaciones de la nueva administración y el renovado concejo de Manizales. ¿O es que las aberraciones de Ideas Más eran notorias para todos los manizaleños, pero ocultas y secretas para la contraloría? ¿O está vedado para ella lo que pasa en Erum y su millonario patrimonio? ¿O los sobrecostos en todas las obras y los incumplimientos que causaron demoras y reajustes contractuales no son del resorte del ente controlador?
Esta misma contraloría rindió un informe ante el Concejo de Manizales en días pasados, donde quedó en evidencia la pobreza del ente, la ineficacia de sus acciones, la irrelevancia de su existencia y lo poco que podemos esperar de sus investigaciones. Concejales como María Constanza Montoya, Julián Osorio, Héctor Fabio Delgado, Julián García y Luis Gonzalo Valencia (quienes realizan un excelente trabajo de control político) dejaron claro que mientras esta entidad no sea replanteada en su estructura organizacional y en su conformación personal, poco o nada se puede esperar de ella. Y quedó también en evidencia que es un ente debilitado, sin músculo ni capacidad operacional para cumplir con lo que por ley le corresponde. ¿Entonces, para qué sostenerlo? Sería como si un médico ofreciera realizar cirugías sabiendo que carece de la libertad, las capacidades y los elementos mínimos para hacerlas; que sus pacientes van a morir por esa causa; pero aún así las realizas y cobra por ellas. ¡Esto se llama corrupción!
Hoy, más que nunca, hay que recordar que el contralor es un apéndice de la nefasta administración Marín y estará por dos años más. Afortunadamente contamos con unos concejales que están respondiendo con solvencia. Mientras tanto, Manizales seguirá sin contraloría. ¡Y ni falta que hace, después de tanta inoperancia!