
Alexander Cambero
Alexander Cambero
Hace poco más de un año Gustavo Petro lograba llegar al poder. Una performance que hizo que millones de colombianos se ilusionaran con su propuesta. Sus intervenciones públicas giraron en torno a resolver los gravísimos problemas del país. Paulatinamente, la decepción fue ganando adeptos.
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Si existe algo que pueda compararse con la tiranía venezolana es el Centro Penitenciario de Tocorón en el estado Aragua.
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Colombia goza de instituciones que son la camisa de fuerza que impide que el presidente Gustavo Petro actúe a sus anchas.
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En las oscuridades de las miserias inconfesables coinciden para tratar de cerrarle el paso a la Venezuela libre. Les incomoda que María Corina Machado reúna una extraordinaria mayoría que la hace la depositaria del cambio político. Todos los sondeos de opinión le adjudican una ventaja tan grande que su victoria en las primarias parece segura.
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El desespero es propio de las almas en pena. Comienzan a vagar por mundos sumergidos en estela de frustración. En la orfandad de quienes carecen del fervor de las mayorías van germinando agrios momentos de pesadumbre que indican que la prepotencia colgó los guantes. Que ahora lo que recorre los pasillos de Miraflores es el miedo a salir de allí. Que están claros que la justicia internacional está esperándolos en el banquillo de los acusados. Ya más de uno tendrá las medidas de sus vestimentas de preso.
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La dictadura aguarda el error para dar el zarpazo. Que cometamos el traspié de caer en su juego. Son malísimos para gobernar, pero habilidosos para las emboscadas.
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La falsedad revolucionaria aparece por todos lados. Son terribles inquisidores del gusto del ciudadano común. Cualquier expresión cultural, que soslaye los principios en donde descansa el aparato social–comunista, es considerado como resabio del consumismo capitalista al que fuimos sometidos por el imperialismo norteamericano.
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Bajo la sombra de la sospecha aguardaba en su madriguera. Con mucho sigilo esperaba el turno para atacar. Preparaba la celada al sentir que su proyecto criminal estaba haciendo aguas. El candidato presidencial ecuatoriano Fernando Villavicencio fue ultimado cuando se dirigía a su vehículo en el sector financiero y comercial del norte de Quito. Este valiente comunicador venía denunciando al narcotráfico como cáncer universal enfilando sus baterías sobre el expresidente Rafael Correa, la senadora colombiana Piedad Córdoba y el testaferro del gobierno venezolano Alex Saab. Una magnífica conexión de una alianza estratégica para sembrar el terror en nuestros pueblos. Regímenes totalitarios que se dan la mano con el terrorismo. Son los mismos socios abrazados a la causa del crimen.
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